18/09/2016, 22:19
—¿Unos dibujos en el papel higiénico? —repitió la camarera, estridente—. Se suponía que esto eran ryos. ¡Ryos! Me dio tres billetes de diez, y el muy caradura hasta insistió para me quedase la vuelta. Pero minutos después de que saliera… cuando fui a la caja para dar el cambio, me encontré con esto. —La camarera no paraba de sacudir el papel higiénico—. ¡Esto!
—¡Brujería! —aseguró la mujer de cabellos rizados, cuya vena del cuello parecía a punto de reventar.
—¡Una estafa en toda regla, eso es lo que es!
—¡Te pagaremos! —rugió otro hombre, con la cara roja por la furia—. ¡Pero debes apresarlo y hacerle pagar! Ya no por el dinero, ¡sino por orgullo!
—¡Que le corte la mano! —se le ocurrió a un hombre que no había hablado hasta el momento.
La mujer regordeta de cabellos rizados parecía tener una mejor idea. Posó una mano sobre el hombro del hombre para apartarle y alzó el puño al cielo:
—¡QUE LE CORTEN EL CUELLO! —chilló, y un rastro de saliva salió despedida hacia la kunoichi—. ¡MUERTE AL LADRÓN!¡MUERTEEEEEE!
Datsue apremiaba una y otra vez a su yegua, que galopaba despavorida por la extensa planicie de las Llanuras de la Tempestad Eterna, dejando un rastro irregular en la tierra húmeda y encharcada.
—Pero, ¿¡es que no hay ni un jodido bosquecillo para esconderse!? —gritó Datsue, que con una mano sujetaba las riendas y con la otra a su hermana, que ahora lloraba, despierta hacía tiempo por los movimientos bruscos. No sabía si le daba más miedo la muchedumbre enfurecida que seguramente ahora le estaría buscando o la propia Ayame, probablemente igual de enfurecida y con un jodido bijuu en su interior para más inri—. Vamos, vamos. Tranquila. Solo hacemos lo que el Sabio de los Seis Caminos me dijo un día, ¿recuerdas? —se aclaró la garganta y puso voz ronca—. “Anzu, Datsue… Os recuerdo muy diferentes. No os metáis en problemas, ¿vale?”
Y, si algo había hecho el Uchiha desde aquel día, eso era hacerle caso. Cada vez que creaba algún problema, él salía huyendo.
—¡Brujería! —aseguró la mujer de cabellos rizados, cuya vena del cuello parecía a punto de reventar.
—¡Una estafa en toda regla, eso es lo que es!
—¡Te pagaremos! —rugió otro hombre, con la cara roja por la furia—. ¡Pero debes apresarlo y hacerle pagar! Ya no por el dinero, ¡sino por orgullo!
—¡Que le corte la mano! —se le ocurrió a un hombre que no había hablado hasta el momento.
La mujer regordeta de cabellos rizados parecía tener una mejor idea. Posó una mano sobre el hombro del hombre para apartarle y alzó el puño al cielo:
—¡QUE LE CORTEN EL CUELLO! —chilló, y un rastro de saliva salió despedida hacia la kunoichi—. ¡MUERTE AL LADRÓN!¡MUERTEEEEEE!
[...]
Datsue apremiaba una y otra vez a su yegua, que galopaba despavorida por la extensa planicie de las Llanuras de la Tempestad Eterna, dejando un rastro irregular en la tierra húmeda y encharcada.
—Pero, ¿¡es que no hay ni un jodido bosquecillo para esconderse!? —gritó Datsue, que con una mano sujetaba las riendas y con la otra a su hermana, que ahora lloraba, despierta hacía tiempo por los movimientos bruscos. No sabía si le daba más miedo la muchedumbre enfurecida que seguramente ahora le estaría buscando o la propia Ayame, probablemente igual de enfurecida y con un jodido bijuu en su interior para más inri—. Vamos, vamos. Tranquila. Solo hacemos lo que el Sabio de los Seis Caminos me dijo un día, ¿recuerdas? —se aclaró la garganta y puso voz ronca—. “Anzu, Datsue… Os recuerdo muy diferentes. No os metáis en problemas, ¿vale?”
Y, si algo había hecho el Uchiha desde aquel día, eso era hacerle caso. Cada vez que creaba algún problema, él salía huyendo.
¡Agradecimientos a Daruu por el dibujo de PJ y avatar tan OP! ¡Y a Reiji y Ayame por la firmaza! Si queréis una parecida, este es el lugar adecuado