19/09/2016, 14:45
Excepto por el murmullo húmedo y lejano de las voces de profesores y alumnos en las clases a sendos lados del pasillo, a Daruu sólo lo acompañaba el eco de sus pasos. Caminó atento a cualquier posibilidad. No podía descartar que aquella chiquilla estuviera ya aprendiendo lo básico del Ninjutsu, y sabía que había técnicas básicas de camuflaje que a uno le podían pasar desapercibido si andaba con la mirada perdida.
Cuando iba por la mitad del pasillo, se dio cuenta de que había llegado a la zona de excusados. Se acarició la barbilla, pensativo.
«Estaba mintiendo, seguro. Ha debido mentir, ¿no? Para no vacunarse. Bueno... Nunca debo dar estas cosas por verdades.»
Formuló un sello, y se transformó en una niña de cabello castaño, habitual en la pastelería de su madre. «Esto debería bastar para no llamar la atención.»
Daruu abrió la puerta del baño de las mujeres y entró adentro.
Ryūsei Ryū, un pequeño muchacho de apenas, aparentemente, unos seis o siete años, se levantó de su asiento obedientemente y caminó hacia la tarima con pasitos cortos, asustados. Se acercó a Zetsuo y lo miró, con un puchero enternecedor.
—Por favor, señor Zechuo, no m'haga daño.
Cuando iba por la mitad del pasillo, se dio cuenta de que había llegado a la zona de excusados. Se acarició la barbilla, pensativo.
«Estaba mintiendo, seguro. Ha debido mentir, ¿no? Para no vacunarse. Bueno... Nunca debo dar estas cosas por verdades.»
Formuló un sello, y se transformó en una niña de cabello castaño, habitual en la pastelería de su madre. «Esto debería bastar para no llamar la atención.»
Daruu abrió la puerta del baño de las mujeres y entró adentro.
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Ryūsei Ryū, un pequeño muchacho de apenas, aparentemente, unos seis o siete años, se levantó de su asiento obedientemente y caminó hacia la tarima con pasitos cortos, asustados. Se acercó a Zetsuo y lo miró, con un puchero enternecedor.
—Por favor, señor Zechuo, no m'haga daño.