21/09/2016, 09:54
Datsue había ralentizado desde hacía un tiempo la cabalgada de su yegua. Le resultaba terriblemente incómodo mantener una buena velocidad mientras ocupaba una mano en mantener a su hermana pegada a él, por no hablar de la fina lluvia que le golpeaba la cara y se colaba en sus ojos, empañándole la vista. Eso, y el temor de que Tormenta pudiese torcerse o romper una pata por una mala pisada, estando el terreno tan inestable y húmedo.
—¿Nos seguirá alguien? —se preguntó, tras mirar atrás por décima vez. No sabía qué le causaba más angustia, si el hecho de que alguien pudiese estar persiguiéndole en aquellos instantes, o el hecho de no saberlo—. Me parece que tendremos que poner fin a esta angustia, ¿no te parece, hermanita? —dijo, mientras tiraba de las riendas de Tormenta...
Tras una hora de persecución, la kunoichi pudo percatarse de dos cosas: la primera, que las huellas dejadas por los cascos de caballo de Datsue se separaban cada vez menos entre ellas, ganando en profundidad; y, la segunda, que lo que había empezado siendo una huida claramente dirigida hacia el norte se escoraba cada vez más hacia el este, como un borracho sin el equilibrio suficiente como para mantenerse en línea recta.
Llegados a cierto punto, donde la hierba crecía a menos de un pie de altura y muy espaciada entre ella, Ayame pudo ver que las huellas se multiplicaban de pronto en un espacio reducido, más profundas que nunca y con la marca de la herradura apuntando incluso hacia la izquierda en un par de ellas. Pese a que después el rastro volvía a normalizarse, de nuevo hacia el norte, la gran percepción de la kunoichi le permitió advertir algo más: unas huellas adicionales nacían en aquel espacio, correspondientes a las dejadas por unas sandalias de la talla 39, aproximadamente, y que se alejaban hacia la izquierda, formando una perpendicular perfecta con la línea formada por el rastro de la yegua.
Tenía, pues, dos posibles caminos entre los que escoger...
—¿Nos seguirá alguien? —se preguntó, tras mirar atrás por décima vez. No sabía qué le causaba más angustia, si el hecho de que alguien pudiese estar persiguiéndole en aquellos instantes, o el hecho de no saberlo—. Me parece que tendremos que poner fin a esta angustia, ¿no te parece, hermanita? —dijo, mientras tiraba de las riendas de Tormenta...
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Tras una hora de persecución, la kunoichi pudo percatarse de dos cosas: la primera, que las huellas dejadas por los cascos de caballo de Datsue se separaban cada vez menos entre ellas, ganando en profundidad; y, la segunda, que lo que había empezado siendo una huida claramente dirigida hacia el norte se escoraba cada vez más hacia el este, como un borracho sin el equilibrio suficiente como para mantenerse en línea recta.
Llegados a cierto punto, donde la hierba crecía a menos de un pie de altura y muy espaciada entre ella, Ayame pudo ver que las huellas se multiplicaban de pronto en un espacio reducido, más profundas que nunca y con la marca de la herradura apuntando incluso hacia la izquierda en un par de ellas. Pese a que después el rastro volvía a normalizarse, de nuevo hacia el norte, la gran percepción de la kunoichi le permitió advertir algo más: unas huellas adicionales nacían en aquel espacio, correspondientes a las dejadas por unas sandalias de la talla 39, aproximadamente, y que se alejaban hacia la izquierda, formando una perpendicular perfecta con la línea formada por el rastro de la yegua.
Tenía, pues, dos posibles caminos entre los que escoger...
¡Agradecimientos a Daruu por el dibujo de PJ y avatar tan OP! ¡Y a Reiji y Ayame por la firmaza! Si queréis una parecida, este es el lugar adecuado