27/09/2016, 20:46
Daruu se metió de lleno en el papel de niña pequeña antes de entrar a los baños. Irguió la espalda, forzó una sonrisa y comenzó a caminar dando saltitos. Al menos hasta que abrió la puerta y los llantos de una joven llegaron a sus oídos.
«Bingo, así que sí que se había metido en el baño.»
Hizo como si no pasase nada y se acercó al lavabo, dando botes, procurando que sus pasos produjeran eco en los azulejos del excusado. Entonces se detuvo, y fingió sorpresa:
—¡Oh! —Se acercó a la puerta del baño y tocó con la puerta—. ¿Hola? ¿Hola? ¿Estás bien?
El niño se envalentonó con las palabras de Zetsuo y apretó los dientes mientras el médico le inyectaba la solución sanitaria. Gimió un poco con el pinchazo y luego cuando le sacaron la aguja, pero se retiró con su algodoncito muy feliz dedicándole a Zetsuo una sonrisa enorme:
—¡Muchas gasias señó Zechuo, no m'ha dolío tanto! —dijo el crío. Los de la primera fila se miraron entre sí y se encogieron de hombros, pensando, quizá, que el niño tenía razón y que tenían que ser un poco valientes.
Un rumor feble empezó a extenderse por el salón, y, uno a uno, con resignación, algunos más deprisa que otros, los niños que iba llamando Ayame se iban levantando para recibir su pinchazo...
«Bingo, así que sí que se había metido en el baño.»
Hizo como si no pasase nada y se acercó al lavabo, dando botes, procurando que sus pasos produjeran eco en los azulejos del excusado. Entonces se detuvo, y fingió sorpresa:
—¡Oh! —Se acercó a la puerta del baño y tocó con la puerta—. ¿Hola? ¿Hola? ¿Estás bien?
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El niño se envalentonó con las palabras de Zetsuo y apretó los dientes mientras el médico le inyectaba la solución sanitaria. Gimió un poco con el pinchazo y luego cuando le sacaron la aguja, pero se retiró con su algodoncito muy feliz dedicándole a Zetsuo una sonrisa enorme:
—¡Muchas gasias señó Zechuo, no m'ha dolío tanto! —dijo el crío. Los de la primera fila se miraron entre sí y se encogieron de hombros, pensando, quizá, que el niño tenía razón y que tenían que ser un poco valientes.
Un rumor feble empezó a extenderse por el salón, y, uno a uno, con resignación, algunos más deprisa que otros, los niños que iba llamando Ayame se iban levantando para recibir su pinchazo...