28/09/2016, 21:01
A mitad de carrera, Ayame tropezó cuando algo tenso y duro se interpuso en la trayectoria de sus piernas y la hizo caer con estrépito contra el suelo embarrado. Y ni siquiera tuvo tiempo para maldecir su mala pata, una violenta explosión a unos pocos metros a su izquierda la hizo encogerse sobre sí misma, asustada. Por suerte, el estallido se había producido a la suficiente distancia como para no llegar a alcanzarla. Pero antes de que pudiera alegrarse por su buena suerte, un desgarrador silbido se clavó perforador en sus tímpanos y Ayame se tapó los oídos con un alarido lastimero.
Después de varios segundos de aturdimiento, Ayame entreabrió los ojos lo justo para ver como, unos pocos metros por delante del hilo, las pisadas de una persona se marcaban en el suelo desde el oeste hacia el este. Fue entonces cuando lo entendió todo.
A lo lejos, una silueta se difuminaba en el horizonte.
—Maldito... Uchiha... —se lamentó, pero el incesante pitido que aún perduraba en sus oídos le impidió oír su propia voz.
Se levantó, asqueada por el barro en sus manos y en su cuerpo y asqueada consigo misma por haber caído en una trampa de aquella manera tan ridícula. Qué diría su padre si la viera en aquel estado...
Apretó los dientes y dejó que un gruñido brotara desde lo más profundo de su pecho. Comenzó a avanzar. Al principio con pasos débiles y tambaleantes, pero enseguida recobró la seguridad y la firmeza y aumentó la velocidad de sus zancadas. Tenía los ojos clavados en un único punto, en su objetivo, al que tan fervientemente había perseguido hasta el momento y que allí se alzaba, a varias decenas de metros y agitando en el aire lo que parecía ser un palo con una tela blanca. Detrás de él se encontraba el caballo, con la pequeña sostenida a duras penas sobre él.
¿Rendición? ¿Esperaba de verdad que se creyera algo así?
—¡¡¡UCHIHA DATSUE!!! —bramó, con toda la fuerza de su voz, iracunda.
Con un raudo movimiento de sus brazos, dos proyectiles volaron a toda velocidad hacia la posición del Uchiha... No. A Hacia un metro a su izquierda y otro a su derecha, respectivamente.
—¡Maldito cobarde! ¡Deja de huir y paga lo que debes a la posada!
1 AO
Después de varios segundos de aturdimiento, Ayame entreabrió los ojos lo justo para ver como, unos pocos metros por delante del hilo, las pisadas de una persona se marcaban en el suelo desde el oeste hacia el este. Fue entonces cuando lo entendió todo.
A lo lejos, una silueta se difuminaba en el horizonte.
—Maldito... Uchiha... —se lamentó, pero el incesante pitido que aún perduraba en sus oídos le impidió oír su propia voz.
Se levantó, asqueada por el barro en sus manos y en su cuerpo y asqueada consigo misma por haber caído en una trampa de aquella manera tan ridícula. Qué diría su padre si la viera en aquel estado...
Apretó los dientes y dejó que un gruñido brotara desde lo más profundo de su pecho. Comenzó a avanzar. Al principio con pasos débiles y tambaleantes, pero enseguida recobró la seguridad y la firmeza y aumentó la velocidad de sus zancadas. Tenía los ojos clavados en un único punto, en su objetivo, al que tan fervientemente había perseguido hasta el momento y que allí se alzaba, a varias decenas de metros y agitando en el aire lo que parecía ser un palo con una tela blanca. Detrás de él se encontraba el caballo, con la pequeña sostenida a duras penas sobre él.
¿Rendición? ¿Esperaba de verdad que se creyera algo así?
—¡¡¡UCHIHA DATSUE!!! —bramó, con toda la fuerza de su voz, iracunda.
Con un raudo movimiento de sus brazos, dos proyectiles volaron a toda velocidad hacia la posición del Uchiha... No. A Hacia un metro a su izquierda y otro a su derecha, respectivamente.
—¡Maldito cobarde! ¡Deja de huir y paga lo que debes a la posada!
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