25/05/2015, 19:55
Dos siluetas caminaban cerca del lugar donde ambos genins se encontraban. Una, era una mujer joven, que no pasaría de los veinte años, poco más alta que Ayame. Tenía un vestido de color negro, y destacaba por su pelo rubio, separado en dos coletas, lo que le daba una apariencia más infantil de lo que realmente era.
Otra era una mujer más mayor, que rondaba por los cincuenta años. Era poco más alta que la muchacha rubia que le acompañaba. En su pelo canoso podían distinguirse rastros de un negro oscuro. Vestía un vestido con un estampado de margaritas, con un color azulado, que cubría todo su cuerpo. A pesar de la anchura del vestida, no parecía gorda, pero este tapaba cualquier rastro de ella, a excepción de la cara. Se apoyaba en un bastón de madera, aunque por su forma de caminar, dejaba claro que prácticamente no lo necesitaba para nada.
El joven marionetista escuchó con atención las palabras de su interlocutora. Al parecer no se diferencia tanto de él. Al igual que Juro, ella no había salido de su país demasiado, es más, era la primera vez. Esto le hizo sentirse un poco más cómodo en sus constantes preguntas.
— No se en que estaba pensando — comentó, acompañando la carcajada.
Ayame también menciono el hecho de que el causante de que se hubiesen creado las estatuas podrían haber sido técnicas de doton. Era una buena idea, pero se debía de requerir expertos. Aun así era bastante practico, se podía hacer tantas cosas hoy en día con chakra...
— Si, debió de ser....— no pudo acabar la frase, una conversación les interrumpió, cuando dos voces femeninas proximas a ellos alzaron la voz. Una más aguda, y otra grave y estridente. La segunda casi parecía estar gritando.
— Quédate quieta, ahora vuelvo... — si se giraban podrían ver la silueta femenina de la mujer rubia, con un tono de voz casi desesperado, mientras estaba empezaba a irse corriendo, en dirección a uno de los laterales de la montaña, subiendo un paso elevado. Su postura era extraña, estaba encogida sobre su estómago, y caminaba de forma casi graciosa, juntado mucho las piernas velozmente.
— ¡Eso, vete y déjame sola! OTRA VEZ — la anciana agitaba su bastón violentamente, hasta volver a apoyarlo, una vez visto que su acompañante había desaparecido.
Esta reparó en la presencia de los dos genins, que se encontraban a varios metros de ella. Sus gestos enfadados se transformaron en una máscara de amabilidad, y una gran sonrisa pintó su rostro. Demasiado grande. Para Juro, era más bien inquietante. Se acercó apoyando su bastón en la tierra, a pesar de no estar apoyándose en él.
— ¡Hola niños¡ — Sus dientes eran blanquecinos, y los dejaba ver en su enorme sonrisa. Su dentadura no era precisamente el símbolo de higiene. Algunos de sus dientes estaban amarillentos, y poco le faltaba para perder alguno.
—Ho...Hola — comentó, azorado, poniéndose al lado de Ayame, sin saber que hacer. No habría podido salir corriendo desde el momento en el que se acercaba, y tampoco podía no decir nada.
— ¿Que hacen dos chicos como vosotros solos por aquí? — su horrible sonrisa seguía ahí. Imperturbable. Sus ojos también negros se fijaban en ellos.
Otra era una mujer más mayor, que rondaba por los cincuenta años. Era poco más alta que la muchacha rubia que le acompañaba. En su pelo canoso podían distinguirse rastros de un negro oscuro. Vestía un vestido con un estampado de margaritas, con un color azulado, que cubría todo su cuerpo. A pesar de la anchura del vestida, no parecía gorda, pero este tapaba cualquier rastro de ella, a excepción de la cara. Se apoyaba en un bastón de madera, aunque por su forma de caminar, dejaba claro que prácticamente no lo necesitaba para nada.
El joven marionetista escuchó con atención las palabras de su interlocutora. Al parecer no se diferencia tanto de él. Al igual que Juro, ella no había salido de su país demasiado, es más, era la primera vez. Esto le hizo sentirse un poco más cómodo en sus constantes preguntas.
— No se en que estaba pensando — comentó, acompañando la carcajada.
Ayame también menciono el hecho de que el causante de que se hubiesen creado las estatuas podrían haber sido técnicas de doton. Era una buena idea, pero se debía de requerir expertos. Aun así era bastante practico, se podía hacer tantas cosas hoy en día con chakra...
— Si, debió de ser....— no pudo acabar la frase, una conversación les interrumpió, cuando dos voces femeninas proximas a ellos alzaron la voz. Una más aguda, y otra grave y estridente. La segunda casi parecía estar gritando.
— Quédate quieta, ahora vuelvo... — si se giraban podrían ver la silueta femenina de la mujer rubia, con un tono de voz casi desesperado, mientras estaba empezaba a irse corriendo, en dirección a uno de los laterales de la montaña, subiendo un paso elevado. Su postura era extraña, estaba encogida sobre su estómago, y caminaba de forma casi graciosa, juntado mucho las piernas velozmente.
— ¡Eso, vete y déjame sola! OTRA VEZ — la anciana agitaba su bastón violentamente, hasta volver a apoyarlo, una vez visto que su acompañante había desaparecido.
Esta reparó en la presencia de los dos genins, que se encontraban a varios metros de ella. Sus gestos enfadados se transformaron en una máscara de amabilidad, y una gran sonrisa pintó su rostro. Demasiado grande. Para Juro, era más bien inquietante. Se acercó apoyando su bastón en la tierra, a pesar de no estar apoyándose en él.
— ¡Hola niños¡ — Sus dientes eran blanquecinos, y los dejaba ver en su enorme sonrisa. Su dentadura no era precisamente el símbolo de higiene. Algunos de sus dientes estaban amarillentos, y poco le faltaba para perder alguno.
—Ho...Hola — comentó, azorado, poniéndose al lado de Ayame, sin saber que hacer. No habría podido salir corriendo desde el momento en el que se acercaba, y tampoco podía no decir nada.
— ¿Que hacen dos chicos como vosotros solos por aquí? — su horrible sonrisa seguía ahí. Imperturbable. Sus ojos también negros se fijaban en ellos.
Hablo / Pienso
Avatar hecho por la increible Eri-sama.
...
Sellos implantados: Hermandad intrepida
- Juro y Datsue : Aliento nevado, 218. Poder:60