30/09/2016, 17:11
Si, creo que sería lo mejor...
Contestó a las palabras de la kunoichi. Sin duda alguna el evacuar aquel lugar sería lo primero a hacer si querían disfrutar una taza de café juntos. Ya no tenían nada que hacer en el salón de entrenamiento, solo tenían que ponerse su calzado e ir a apretar botones en el ascensor.
Ya en el pasillo ambos procedieron a volver a ponerse sus pertenencias, la peliblanca se había desprendido de sus botas mientras que el joven médico había dejado atrás junto a las suyas, un morral con algunos alimentos y su tan característico paraguas.
Todo en su lugar.
Una vez volvía a apoyar sus pies sobre la suela de las botas se acomodó un poco la ropa, una acción casi instintiva y mas que nada parte de la etiqueta que tanto se le había metido en la cabeza por el trato que recibía en su hogar.
¿Algún lugar en mente...? Hmm...
Reiteró la pregunta que se le había hecho a la vez que giraba su mirada a la chica, se llevó una mano al mentón mientras sus ojos empezaban a bailar de un lado a otro buscando algún lugar acorde. Recordó entonces un viejo café donde lo había llevado un par de veces cuando era más joven, un lugar increíblemente aburrido para un niño pero a su vez era muy pero muy tranquilo e idóneo para tener un momento de relajación.
Mi abuelo me llevó un par de veces a un negocio que manejaba un amigo suyo. Es bastante tradicional, muy tranquilo y relajante... no era un ambiente muy entretenido para un niño...
Comentó elevando el dedo indice de su mano libre y colocando su mirada sobre la de la kunoichi una vez más y recordando un poco de los días en que había empezado a recorrer la urbe en compañía de sus guardianes ancianos.
Podríamos probar ir ahí pero si tiene un destino en mente, soy todo oídos.
Agregó mientras marchaba hasta la puerta del ascensor y lo invocaba presionando un botón, tardaría un poco pero se podía confirmar que había comenzado a marchar hacía el piso en cuestión. Si esperaban a terminar su conversación antes de salir del edificio probablemente terminarían tomando el café como un desayuno del día siguiente, además nada les impedía caminar mientras hablaban.
Contestó a las palabras de la kunoichi. Sin duda alguna el evacuar aquel lugar sería lo primero a hacer si querían disfrutar una taza de café juntos. Ya no tenían nada que hacer en el salón de entrenamiento, solo tenían que ponerse su calzado e ir a apretar botones en el ascensor.
Ya en el pasillo ambos procedieron a volver a ponerse sus pertenencias, la peliblanca se había desprendido de sus botas mientras que el joven médico había dejado atrás junto a las suyas, un morral con algunos alimentos y su tan característico paraguas.
Todo en su lugar.
Una vez volvía a apoyar sus pies sobre la suela de las botas se acomodó un poco la ropa, una acción casi instintiva y mas que nada parte de la etiqueta que tanto se le había metido en la cabeza por el trato que recibía en su hogar.
¿Algún lugar en mente...? Hmm...
Reiteró la pregunta que se le había hecho a la vez que giraba su mirada a la chica, se llevó una mano al mentón mientras sus ojos empezaban a bailar de un lado a otro buscando algún lugar acorde. Recordó entonces un viejo café donde lo había llevado un par de veces cuando era más joven, un lugar increíblemente aburrido para un niño pero a su vez era muy pero muy tranquilo e idóneo para tener un momento de relajación.
Mi abuelo me llevó un par de veces a un negocio que manejaba un amigo suyo. Es bastante tradicional, muy tranquilo y relajante... no era un ambiente muy entretenido para un niño...
Comentó elevando el dedo indice de su mano libre y colocando su mirada sobre la de la kunoichi una vez más y recordando un poco de los días en que había empezado a recorrer la urbe en compañía de sus guardianes ancianos.
Podríamos probar ir ahí pero si tiene un destino en mente, soy todo oídos.
Agregó mientras marchaba hasta la puerta del ascensor y lo invocaba presionando un botón, tardaría un poco pero se podía confirmar que había comenzado a marchar hacía el piso en cuestión. Si esperaban a terminar su conversación antes de salir del edificio probablemente terminarían tomando el café como un desayuno del día siguiente, además nada les impedía caminar mientras hablaban.