2/10/2016, 13:35
La lluvia caía sobre sus cabezas, pero a los dos jóvenes que recordaban alegremente una aventura pasada no les importaba. De verdad que no les importaba.
Qué locura de misión... —dijo la chica, riéndose entre dientes. Daruu recordaría siempre aquél día, su primera y accidentada tarea como shinobi de la aldea—. Entre los antivacunas y los niños... no sé qué fue peor, la verdad.
—Lo peor fue tu padre con una jeringuilla en la mano, claramente. —Daruu rió, pero aún así sintió un leve mareo al recordar el momento de su desmayo.
—Pero me lo pasé bien, la verdad. Podríamos repetir. Lo de hacer misiones juntos, me refiero... Si tú quieres...
Daruu miró a sus ojos castaños, que miraban exactamente con el mismo calor y a la vez con la misma timidez que la última ocasión en la que se habían visto. El muchacho se acercó lentamente a su mirada, persiguiéndola, dejándose hundir en ella...
—Tienes razón. Deberíamos repetirlo.
Obviamente, no se refería a la misión.
Aquél beso fue mucho más dulce y pasional que el último que habían tenido, también más seguro de sí mismo, como si tuviera vida y hablara por ellos. No huyáis de esto, decía.
Y había otra cosa de la que no podían huir.
Daruu separó sus labios de los de Ayame y acarició su carita de piel blanca. Entrecerró los ojos y sonrió, nervioso.
—¿No lo has olvidado, verdad? No esto...
»La apuesta. Nos están esperando.
Se levantó, se desperezó se alejó hacia el ascensor.
—Qué romántico, ¿eh? Patearnos el culo.
Fin del post
Qué locura de misión... —dijo la chica, riéndose entre dientes. Daruu recordaría siempre aquél día, su primera y accidentada tarea como shinobi de la aldea—. Entre los antivacunas y los niños... no sé qué fue peor, la verdad.
—Lo peor fue tu padre con una jeringuilla en la mano, claramente. —Daruu rió, pero aún así sintió un leve mareo al recordar el momento de su desmayo.
—Pero me lo pasé bien, la verdad. Podríamos repetir. Lo de hacer misiones juntos, me refiero... Si tú quieres...
Daruu miró a sus ojos castaños, que miraban exactamente con el mismo calor y a la vez con la misma timidez que la última ocasión en la que se habían visto. El muchacho se acercó lentamente a su mirada, persiguiéndola, dejándose hundir en ella...
—Tienes razón. Deberíamos repetirlo.
Obviamente, no se refería a la misión.
Aquél beso fue mucho más dulce y pasional que el último que habían tenido, también más seguro de sí mismo, como si tuviera vida y hablara por ellos. No huyáis de esto, decía.
Y había otra cosa de la que no podían huir.
Daruu separó sus labios de los de Ayame y acarició su carita de piel blanca. Entrecerró los ojos y sonrió, nervioso.
—¿No lo has olvidado, verdad? No esto...
»La apuesta. Nos están esperando.
Se levantó, se desperezó se alejó hacia el ascensor.
—Qué romántico, ¿eh? Patearnos el culo.
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