13/10/2016, 21:53
Coincidía el médico nuevamente con las palabras de la Sarutobi. Tiempo invertido sonaba mejor que tiempo perdido, no cabía duda. No era lo mismo decir que el tiempo se había aprovechado en algo, por ridículo o insignificante que fuese, a decir que simplemente lo habían dejado escapar como agua entre las manos. Mirándolo por otro lado, tampoco se puede decir que el tiempo se pierde. Solo se pierden propiedades, y el tiempo no tiene dueño alguno.
Para cuando ambos genin se hallaban en el interior del ascensor, la peliblanca se adelantó a pulsar el botón de la planta baja. Tras Mogura, que había seguido los pasos de la chica, las puertas del ascensor se cerraron. Con las palabras de la chica, el médico nuevamente alardeó de humildad, válgase la redundancia. Comentó que le iba a hacer sonrojar. Pero tras ello, el chico comentó una gran verdad. Los matasanos debían guardar incluso una tercera linea de guerra, aguardando en la total retaguardia; pero esa privilegiada posición no les hacía poder carecer del adiestramiento de combate necesario para entablar combate, pues en la peor de las situaciones ellos iban a tener que luchar igualmente. Visto de esa manera, no le faltaba razón en que debía de estar a la altura.
—Tienes toda la razón. —Afirmó sin titubeos.
Para ese entonces, el chico soltó una pregunta ruda y descarada. Así, sin vaselina ni nada. "¿Crees poder confiarle tu espalda a este humilde médico?"
—Sin duda alguna. Además de vivir en la misma aldea, ser compañeros de oficio, y tener ideas parecidas... somos amigos. Sin no se le puede confiar la vida a un buen amigo... ¿A quién si no? —Contestó con una sonrisa en respuesta. —¿Y tu? ¿Confiarías tu vida a manos de ésta piromana en potencia?
La carcajada casi le vino sola. No le faltaba razón con respecto a eso de ser una piromana en potencia.
Para cuando ambos genin se hallaban en el interior del ascensor, la peliblanca se adelantó a pulsar el botón de la planta baja. Tras Mogura, que había seguido los pasos de la chica, las puertas del ascensor se cerraron. Con las palabras de la chica, el médico nuevamente alardeó de humildad, válgase la redundancia. Comentó que le iba a hacer sonrojar. Pero tras ello, el chico comentó una gran verdad. Los matasanos debían guardar incluso una tercera linea de guerra, aguardando en la total retaguardia; pero esa privilegiada posición no les hacía poder carecer del adiestramiento de combate necesario para entablar combate, pues en la peor de las situaciones ellos iban a tener que luchar igualmente. Visto de esa manera, no le faltaba razón en que debía de estar a la altura.
—Tienes toda la razón. —Afirmó sin titubeos.
Para ese entonces, el chico soltó una pregunta ruda y descarada. Así, sin vaselina ni nada. "¿Crees poder confiarle tu espalda a este humilde médico?"
—Sin duda alguna. Además de vivir en la misma aldea, ser compañeros de oficio, y tener ideas parecidas... somos amigos. Sin no se le puede confiar la vida a un buen amigo... ¿A quién si no? —Contestó con una sonrisa en respuesta. —¿Y tu? ¿Confiarías tu vida a manos de ésta piromana en potencia?
La carcajada casi le vino sola. No le faltaba razón con respecto a eso de ser una piromana en potencia.