14/10/2016, 13:01
Sin embargo, al cabo de varios pasos acompañada sólo por el sonido del silencio y de las tímidas gotas, Ayame cerró los ojos y sacudió la cabeza con energía. ¿De verdad estaba esperando recibir una respuesta a su grito después de todo lo que había pasado? ¿Cómo podía ser tan ingenua?
Apretó el paso, con la vista clavada en las huellas que habían quedado grabadas en el barro y deshaciendo el camino al que aquella alocada persecución le había llevado. Por encima de su tristeza y decepción, ahora se enfrentaba a un sentimiento aún más terrorífico. ¿Cómo iba a presentarse de nuevo en la posada? Les había prometido que les llevaría a Uchiha Datsue para hacerle pagar el dinero estafado, y lo único que había conseguido había sido acabar herida en cuerpo y en orgullo de una manera humillante. Y es que, si contaba la verdad acerca de lo ocurrido, tan sólo conseguiría despertar en las personas de la posada una amarga decepción hacia ella y hacia los shinobi de Amegakure. Pondría en evidencia la eficacia de toda su aldea...
—Ojalá te parta un rayo, maldito Uchiha... —sollozó, con los ojos anegados en lágrimas—. ¡No quiero volver a verte nunca!
Por suerte consiguió deshacerse de ellas para cuando llegó a su destino. Las personas que habían solicitado su ayuda no tardaron ni medio minuto en salir a abordarla de nuevo y Ayame se vio obligada a fingir una cara de valentía que estaba lejos de sentir. Les dio un montón de monedas, lo necesario para pagar un plato de comida y algunos intereses. Y, sin embargo, las preguntas cayeron sobre ella como un pesado aguacero: ¿Dónde estaba el shinobi? ¿Por qué no lo había traído de vuelta para darle su merecido? ¿Qué había pasado? ¿Por qué estaba cubierta de barro y quemaduras?
—Lo siento. Estoy cansada. Me aseguré de darle su merecido y recuperar el dinero. No lo volverá a hacer —aseguraba, una y otra vez, con la mirada clavada en el suelo para que no vieran en sus ojos la sombra de la amarga mentira. En cuanto estuvieron satisfechos con el duro escarmiento que su kunoichi le había dado a aquel malnacido estafador, y cuando tuvo ocasión de hacerlo, volvió a disculparse alegando que estaba muy cansada por el duro enfrentamiento al que se había sometido y solicitó una habitación y un plato de comida caliente.
Iba a necesitarlo para hacer su regreso a Amegakure sin un solo duro en su cartera...
Y más le valía reponerse de sus heridas antes de llegar a casa, si no quería enfrentarse a los inquisitivos ojos de su padre y a las incómodas preguntas de su hermano mayor.
Apretó el paso, con la vista clavada en las huellas que habían quedado grabadas en el barro y deshaciendo el camino al que aquella alocada persecución le había llevado. Por encima de su tristeza y decepción, ahora se enfrentaba a un sentimiento aún más terrorífico. ¿Cómo iba a presentarse de nuevo en la posada? Les había prometido que les llevaría a Uchiha Datsue para hacerle pagar el dinero estafado, y lo único que había conseguido había sido acabar herida en cuerpo y en orgullo de una manera humillante. Y es que, si contaba la verdad acerca de lo ocurrido, tan sólo conseguiría despertar en las personas de la posada una amarga decepción hacia ella y hacia los shinobi de Amegakure. Pondría en evidencia la eficacia de toda su aldea...
—Ojalá te parta un rayo, maldito Uchiha... —sollozó, con los ojos anegados en lágrimas—. ¡No quiero volver a verte nunca!
Por suerte consiguió deshacerse de ellas para cuando llegó a su destino. Las personas que habían solicitado su ayuda no tardaron ni medio minuto en salir a abordarla de nuevo y Ayame se vio obligada a fingir una cara de valentía que estaba lejos de sentir. Les dio un montón de monedas, lo necesario para pagar un plato de comida y algunos intereses. Y, sin embargo, las preguntas cayeron sobre ella como un pesado aguacero: ¿Dónde estaba el shinobi? ¿Por qué no lo había traído de vuelta para darle su merecido? ¿Qué había pasado? ¿Por qué estaba cubierta de barro y quemaduras?
—Lo siento. Estoy cansada. Me aseguré de darle su merecido y recuperar el dinero. No lo volverá a hacer —aseguraba, una y otra vez, con la mirada clavada en el suelo para que no vieran en sus ojos la sombra de la amarga mentira. En cuanto estuvieron satisfechos con el duro escarmiento que su kunoichi le había dado a aquel malnacido estafador, y cuando tuvo ocasión de hacerlo, volvió a disculparse alegando que estaba muy cansada por el duro enfrentamiento al que se había sometido y solicitó una habitación y un plato de comida caliente.
Iba a necesitarlo para hacer su regreso a Amegakure sin un solo duro en su cartera...
Y más le valía reponerse de sus heridas antes de llegar a casa, si no quería enfrentarse a los inquisitivos ojos de su padre y a las incómodas preguntas de su hermano mayor.
Fin de la trama.