19/10/2016, 13:19
— ¡Yoshi-san, por favor! —
Eri era como un libro abierto, por cada elogio que le propinaba, su cara se volvía roja como un tomate. Esto me hacía mucha gracia la verdad, me resultaba la chica más dulce que jamás hubiera conocido antes. Estaba claro que la dieta a base de batidos tendría algo que ver con el asunto.
Que mona es cuando se sonroja... Pensaba ensimismado mientras la observaba feliz, disfrutando del momento.
Cuando comencé a hablar sobre mí, ella me prestó atención. Estaba claro que le relaté aquello con cierta negatividad. En la vida nunca llovía a gusto de todos. Y en mi caso, Habían ciertos nubarrones en mi familia que me resultaban un tanto molestos. Querer cambiar lo viejo sonaba demasiado "radical" a mis padres.
— ¿De una manera distinta?¿A qué te refieres?
No pensé que se interesara tanto por el asunto, por lo que no pude evitar expresar un gesto de asombro. ¡Anda!¡Si le interesa! Pero...¿Cómo le digo que en mi familia somos espías?Se pensará que estoy tratando de averiguar cosas de su villa o algo peor...perderé su confianza. Mejor adornar la realidad un poco...Si...eso haré...
-Bueno...esto... Respondí nervioso. -Digamos que mi familia se especializa en combatir desde la retaguardia y yo quisiera darle un toque más ofensivo por así decirlo
Bueno...más...o menos...
Siguió escuchando con mucha atención, en ésta ocasión le di a conocer a Eri la alta estima que sentía hacía mi abuelo, sin él no podría ser lo que soy a día de hoy.
Menos mal que lo tengo...
— Vaya... Tu abuelo debe ser una persona maravillosa. Me alegro de que te enseñase, así hoy hemos podido conocernos. — Comentó sonriente. Y cuando sonreía, yo no podía evitar devolverle la sonrisa, por lo que también sonreí.
-Ya te digo...mi abuelo es un viejo diablo, sabe más por viejo que por diablo...ya sabes...A el si que le gusta las buenas ideas, y sobre todo llevarlas a cabo, cueste lo que cuesten. Es un hombre muy pragmático. Comentaba orgulloso cuando hablaba sobre él.
Y no por ser lo último era lo menos importante, los gustos culinarios. A Yoshimitsu le gustaba el dulce, pero jamás podría olvidarse de la comida de caliente, aquella comida casera que se preparaban en los hogares, las típicas recetas de toda la vida. Pero de repente, noté algo extraño en Eri, pero no hizo falta mucho tiempo en intuir que podría ser. Seguramente Eri sería una de muchos, que había perdido seres queridos. Pero tratándose de ella no pude sentir una especial lastima, tenía una fuerte empatía hacía ella y verla triste me hacía sentir triste a mí también.
-Oh...Lo siento mucho...si te he hecho recordar algo triste. No era mi intención. Acompañé mi disculpa con una reverencia.
Ya metí la pata...
Seguimos caminando bosque a través después de lo último, hasta que Eri se recompusiera un poco, pues no quería seguir hablando como si no hubiera pasado nada. Y tampoco quería agobiarla ahondando en el tema si ella no quería sacarlo.
¡Si es que eres un inútil!
Intenté desviar un poco la atención para distraer su mente de esos pensamientos negativos. Eso me hizo en caer en la cuenta de por qué Eri era tan pesimista.
-Eri, ¿Quieres que te enseñe otro truco de mi especialidad? Le comentaba mientras volvía a sacar mi makimono y mi pincel empapado en tinta.
Eri era como un libro abierto, por cada elogio que le propinaba, su cara se volvía roja como un tomate. Esto me hacía mucha gracia la verdad, me resultaba la chica más dulce que jamás hubiera conocido antes. Estaba claro que la dieta a base de batidos tendría algo que ver con el asunto.
Que mona es cuando se sonroja... Pensaba ensimismado mientras la observaba feliz, disfrutando del momento.
Cuando comencé a hablar sobre mí, ella me prestó atención. Estaba claro que le relaté aquello con cierta negatividad. En la vida nunca llovía a gusto de todos. Y en mi caso, Habían ciertos nubarrones en mi familia que me resultaban un tanto molestos. Querer cambiar lo viejo sonaba demasiado "radical" a mis padres.
— ¿De una manera distinta?¿A qué te refieres?
No pensé que se interesara tanto por el asunto, por lo que no pude evitar expresar un gesto de asombro. ¡Anda!¡Si le interesa! Pero...¿Cómo le digo que en mi familia somos espías?Se pensará que estoy tratando de averiguar cosas de su villa o algo peor...perderé su confianza. Mejor adornar la realidad un poco...Si...eso haré...
-Bueno...esto... Respondí nervioso. -Digamos que mi familia se especializa en combatir desde la retaguardia y yo quisiera darle un toque más ofensivo por así decirlo
Bueno...más...o menos...
Siguió escuchando con mucha atención, en ésta ocasión le di a conocer a Eri la alta estima que sentía hacía mi abuelo, sin él no podría ser lo que soy a día de hoy.
Menos mal que lo tengo...
— Vaya... Tu abuelo debe ser una persona maravillosa. Me alegro de que te enseñase, así hoy hemos podido conocernos. — Comentó sonriente. Y cuando sonreía, yo no podía evitar devolverle la sonrisa, por lo que también sonreí.
-Ya te digo...mi abuelo es un viejo diablo, sabe más por viejo que por diablo...ya sabes...A el si que le gusta las buenas ideas, y sobre todo llevarlas a cabo, cueste lo que cuesten. Es un hombre muy pragmático. Comentaba orgulloso cuando hablaba sobre él.
Y no por ser lo último era lo menos importante, los gustos culinarios. A Yoshimitsu le gustaba el dulce, pero jamás podría olvidarse de la comida de caliente, aquella comida casera que se preparaban en los hogares, las típicas recetas de toda la vida. Pero de repente, noté algo extraño en Eri, pero no hizo falta mucho tiempo en intuir que podría ser. Seguramente Eri sería una de muchos, que había perdido seres queridos. Pero tratándose de ella no pude sentir una especial lastima, tenía una fuerte empatía hacía ella y verla triste me hacía sentir triste a mí también.
-Oh...Lo siento mucho...si te he hecho recordar algo triste. No era mi intención. Acompañé mi disculpa con una reverencia.
Ya metí la pata...
Seguimos caminando bosque a través después de lo último, hasta que Eri se recompusiera un poco, pues no quería seguir hablando como si no hubiera pasado nada. Y tampoco quería agobiarla ahondando en el tema si ella no quería sacarlo.
¡Si es que eres un inútil!
Intenté desviar un poco la atención para distraer su mente de esos pensamientos negativos. Eso me hizo en caer en la cuenta de por qué Eri era tan pesimista.
-Eri, ¿Quieres que te enseñe otro truco de mi especialidad? Le comentaba mientras volvía a sacar mi makimono y mi pincel empapado en tinta.