27/05/2015, 21:21
El muchacho pareció aceptar el ofrecimiento que el Uchiha le había tendido segundos antes. Si los libros iban a quedar en la biblioteca a la espera de que alguien decidiera tomarlos, no pasaba nada si un compañero de academia cogía uno antes de que el montón llegara a su ansiado destino. Aún así, ambos aún se encontraban a mitad de la calle y desde luego que no iban a tranzar el intercambio allí justo donde se encontraban.
Kota cabeceó en negación e hizo un gesto con la mano derecha para que su interlocutor le siguiera.
Les tomó alrededor de 5 minutos conseguir a una persona dispuesta a detener su rutina para aclarar las interrogantes de dos críos. Por suerte, una humilde señora que atendía un local de hortalizas dejó de lavar las verduras para darle un claro trazo mental a Kota el cual le llevaría finalmente a la locación de la biblioteca. El chico de cabellos blancos le agradeció a la vieja y compró una zanahoria como muestra de su gratitud. La misma la comería durante el trayecto.
Fueron otros 5 minutos de constante caminar y silencio. Sólo se escuchaba el masticar crujiente del sano alimento que el Uchiha había comenzado a ingerir. Finalmente dieron con un gran edificio de estructuras antañas con una entrada simple e iluminada. Kota le instó a Juro para que le siguiera y subió las escaleras para adentrarse en el edificio, donde verían una gran sala de recepción con un centenar de estantes repletos y repletos de libros. Un hombre de apariencia pulcra, con aires de inteligencia y superioridad, les observaba con recelo desde el su podio. Él era el rey de aquella zona y nadie disturbaría el silencio que imponía su presencia.
el Uchiha miró a Juro con complicidad, como quien no quiere tener problemas; y le apuró para ir hasta una de las mesas en el fondo. Allí, colocó el bolso, y tomó asiento para hacer que su espalda descansara. Llevar esos libros no había sido fácil.
—Ese tipo me da mala espina...
Kota cabeceó en negación e hizo un gesto con la mano derecha para que su interlocutor le siguiera.
Les tomó alrededor de 5 minutos conseguir a una persona dispuesta a detener su rutina para aclarar las interrogantes de dos críos. Por suerte, una humilde señora que atendía un local de hortalizas dejó de lavar las verduras para darle un claro trazo mental a Kota el cual le llevaría finalmente a la locación de la biblioteca. El chico de cabellos blancos le agradeció a la vieja y compró una zanahoria como muestra de su gratitud. La misma la comería durante el trayecto.
Fueron otros 5 minutos de constante caminar y silencio. Sólo se escuchaba el masticar crujiente del sano alimento que el Uchiha había comenzado a ingerir. Finalmente dieron con un gran edificio de estructuras antañas con una entrada simple e iluminada. Kota le instó a Juro para que le siguiera y subió las escaleras para adentrarse en el edificio, donde verían una gran sala de recepción con un centenar de estantes repletos y repletos de libros. Un hombre de apariencia pulcra, con aires de inteligencia y superioridad, les observaba con recelo desde el su podio. Él era el rey de aquella zona y nadie disturbaría el silencio que imponía su presencia.
el Uchiha miró a Juro con complicidad, como quien no quiere tener problemas; y le apuró para ir hasta una de las mesas en el fondo. Allí, colocó el bolso, y tomó asiento para hacer que su espalda descansara. Llevar esos libros no había sido fácil.
—Ese tipo me da mala espina...