20/10/2016, 16:03
Frente a ella, el Hyuuga miraba de forma rara a la otra chica, la cuál afirmaba que no viajaba demasiado. Pero ése detalle no era el que había llamado su atención, había sido el comentario de que no había viajado mas allá de Kuroshiro, ya que allí se encontraba su abuelo y aquellos pandas. El chico no se contuvo ni un solo instante, y recalcó con palabras secas que estaba demasiado apegada a su familia. Ahora era la peliblanca quien lo miraba raro, mientras que éste argumentaba su pensamiento y respuesta. Para cuando lo hizo, dejó mas que claro que deseaba irse de su casa, ser libre de una vez.
«¿Acaso no lo es?» Pensó inocente la Sarutobi. La respuesta de la otra chica fue mucho mas rápida, así como reclamada en vocablos. Afirmaba que no podía ser tan mala su situación, pero eso la hacía ver inocente e incrédula —Ignorancia, que buena virtud.— no sabía, o no parecía conocer lo mal que se puede pasar en el propio epicentro de un seno familiar desestabilizado. De ésto si que era gran conocedora la genin.
De pronto, todo parecía estar convirtiéndose en una especie de drama de telenovela, de esas que normalmente por moriña terminas tragando a media tarde con la pereza de no cambiar de canal. La chica había asociado la riña a que se había podido pelear con sus padres antes de salir de casa, pero el chico cortó en dos el argumento con un semblante digno de samurai raquítico. Diezmó la tesis de la chica informando de que sus padres estaban muertos, así como dándole una narrativa de su actual condición familiar. La chica miraba con desdén a ambos. ¿A qué estaba viniendo todo éste drama? Si ni siquiera tenían alcohol en la bebida, por dios!
Para cuando se quiso dar cuenta, el único anhelo del joven era su vaso. —¿Qué...? —La chica miró su vaso, algo extrañada por la precaria petición que tan de sorpresa la había tomado. ¿Cómo se había dado cuenta de lo que estaba bebiendo? ¿Se habría dado cuenta?
De nuevo la otra joven cortó al chico, comentando que estaba segura de que algún día cumpliría sus propósitos, que había sido su héroe al recuperar su bolso. No, la chica no se cansaba de repetir lo mismo. Pero para su sorpresa, el chico tampoco...
—Bueno... No todo puede ser blanco o negro. A veces el gris es un buen tono.
La verdad, quizás la respuesta no venía ni a cuento. ¿Se habría olvidado el chico de la petición? En fin, igual podía achantarlo con un precio desorbitado, total, no pensaba venderle alcohol a un menor. Ella era un caso diferente, era la dueña.
«¿Acaso no lo es?» Pensó inocente la Sarutobi. La respuesta de la otra chica fue mucho mas rápida, así como reclamada en vocablos. Afirmaba que no podía ser tan mala su situación, pero eso la hacía ver inocente e incrédula —Ignorancia, que buena virtud.— no sabía, o no parecía conocer lo mal que se puede pasar en el propio epicentro de un seno familiar desestabilizado. De ésto si que era gran conocedora la genin.
De pronto, todo parecía estar convirtiéndose en una especie de drama de telenovela, de esas que normalmente por moriña terminas tragando a media tarde con la pereza de no cambiar de canal. La chica había asociado la riña a que se había podido pelear con sus padres antes de salir de casa, pero el chico cortó en dos el argumento con un semblante digno de samurai raquítico. Diezmó la tesis de la chica informando de que sus padres estaban muertos, así como dándole una narrativa de su actual condición familiar. La chica miraba con desdén a ambos. ¿A qué estaba viniendo todo éste drama? Si ni siquiera tenían alcohol en la bebida, por dios!
Para cuando se quiso dar cuenta, el único anhelo del joven era su vaso. —¿Qué...? —La chica miró su vaso, algo extrañada por la precaria petición que tan de sorpresa la había tomado. ¿Cómo se había dado cuenta de lo que estaba bebiendo? ¿Se habría dado cuenta?
De nuevo la otra joven cortó al chico, comentando que estaba segura de que algún día cumpliría sus propósitos, que había sido su héroe al recuperar su bolso. No, la chica no se cansaba de repetir lo mismo. Pero para su sorpresa, el chico tampoco...
—Bueno... No todo puede ser blanco o negro. A veces el gris es un buen tono.
La verdad, quizás la respuesta no venía ni a cuento. ¿Se habría olvidado el chico de la petición? En fin, igual podía achantarlo con un precio desorbitado, total, no pensaba venderle alcohol a un menor. Ella era un caso diferente, era la dueña.