20/10/2016, 23:17
Y de camino hacia el mostrador de recepción, fue una voz la que llamó la atención de los dos hermanos:
—¡Hola! —exclamó alguien, lo suficientemente alto como para que Ayame y Kōri se dieran la vuelta, extrañados.
El que los saludaba con aquella inusitada alegría era un chico joven de cabellos castaños y vibrantes ojos azules. Ayame se giró hacia su hermano mayor, inquisitiva, pero se encontró con sus ojos escarchados, igual de interrogantes que los de ella.
—Hola... —respondió Ayame, recelosa y tímida.
—¿Nos conocemos de algo? —añadió su hermano, directo como una estaca de hielo.
Pero el corazón de Ayame dio un vuelco cuando se dio cuenta de que aquel chico no estaba solo. Otra persona trataba de esconderse tras la espalda del castaño aprovechando su corta estatura. Pero sus llamativos cabellos turquesa eran como una luz de neón en mitad de la noche, y la kunoichi no tardó ni medio segundo en reconocerlos.
—¿Meri? ¿Eres tú? —preguntó, y una incontenible sonrisa iluminó sus rasgos—. ¡Hola, Meri!
—¡Hola! —exclamó alguien, lo suficientemente alto como para que Ayame y Kōri se dieran la vuelta, extrañados.
El que los saludaba con aquella inusitada alegría era un chico joven de cabellos castaños y vibrantes ojos azules. Ayame se giró hacia su hermano mayor, inquisitiva, pero se encontró con sus ojos escarchados, igual de interrogantes que los de ella.
—Hola... —respondió Ayame, recelosa y tímida.
—¿Nos conocemos de algo? —añadió su hermano, directo como una estaca de hielo.
Pero el corazón de Ayame dio un vuelco cuando se dio cuenta de que aquel chico no estaba solo. Otra persona trataba de esconderse tras la espalda del castaño aprovechando su corta estatura. Pero sus llamativos cabellos turquesa eran como una luz de neón en mitad de la noche, y la kunoichi no tardó ni medio segundo en reconocerlos.
—¿Meri? ¿Eres tú? —preguntó, y una incontenible sonrisa iluminó sus rasgos—. ¡Hola, Meri!