21/10/2016, 16:10
Sus ojos se posaron en las espaldas de los que acababan de ser saludados por su acompañante, y fue cuando Eri pudo analizar que había tenido razón sobre quién era la persona que se encontraba en la misma ciudad que ellos: ni más ni menos que Ayame, la joven que había participado con ella en el Torneo de los Dojos y con quien, además, había compartido recuerdos agridulces.
Por no decir, claro, que era una jinchuuriki.
''Su nombre completo creo recordar que era Aotsuki Ayame... ¿Y el que le acompaña, quién será?''
—Hola... — Fue la única palabra que pronunció la joven que tenía delante, y Eri reparó en que la chica era muy diferente a la que había conocido hace como un año: de cabellos oscuros y más largos que realzaban sus ojos color chocolate, más alta de lo que recordaba, e incluso más madura podía añadir. Sus vestimentas habían cambiado inclusive, aunque con los mismos colores.
—¿Nos conocemos de algo? — Su acompañante no saludó, y la de cabellos azules solo sintió un escalofrío al escuchar su gélida voz.
Antes de que el chico que había saludado en primer lugar volviese a decir algo, o de eso estaba segura la menor, fue Ayame la que rompió el momento reconociendo a Eri.
—¿Meri? ¿Eres tú? — Preguntó la de Amegakure mientras su rostro, antes extrañado, cambiaba a un semblante iluminado. —. ¡Hola, Meri!
— H-hola, Ayame. — Saludó la de cabellos celestes saliendo de detrás de su escondite.
El acompañante de la de Uzushio miró primero a Ayame, luego a Eri, y así durante unos segundos hasta que atinó a decir:
— ¿Desde cuándo te llamas Meri? ¿Por qué me lo llevas ocultando todo este tiempo? — Preguntó frunciendo el ceño. — Disculpad mis modales, pero es que sentí que Eri os conocía y no dudé en venir a saludar. ¡Es un placer!
Las manos que residían en la espalda de la kunoichi del remolino se cerraron en puños y deseó hacer pedazos al chico que tenía a su lado. ¿Es que no sabía mantener la boca cerrada? A la próxima lo dejaba encerrado en su casa, sí o sí. Tragó grueso mientras no apartaba sus ojos verdosos de los de Ayame, intentando analizar si sentía algún resentimiento por lo ocurrido en el Torneo, o... Algo, contra ella.
— Ha pasado un tiempo desde que nos vimos... — Dejó salir por entre sus labios, sin saber muy bien qué decir ni qué hacer en aquel momento.
Por no decir, claro, que era una jinchuuriki.
''Su nombre completo creo recordar que era Aotsuki Ayame... ¿Y el que le acompaña, quién será?''
—Hola... — Fue la única palabra que pronunció la joven que tenía delante, y Eri reparó en que la chica era muy diferente a la que había conocido hace como un año: de cabellos oscuros y más largos que realzaban sus ojos color chocolate, más alta de lo que recordaba, e incluso más madura podía añadir. Sus vestimentas habían cambiado inclusive, aunque con los mismos colores.
—¿Nos conocemos de algo? — Su acompañante no saludó, y la de cabellos azules solo sintió un escalofrío al escuchar su gélida voz.
Antes de que el chico que había saludado en primer lugar volviese a decir algo, o de eso estaba segura la menor, fue Ayame la que rompió el momento reconociendo a Eri.
—¿Meri? ¿Eres tú? — Preguntó la de Amegakure mientras su rostro, antes extrañado, cambiaba a un semblante iluminado. —. ¡Hola, Meri!
— H-hola, Ayame. — Saludó la de cabellos celestes saliendo de detrás de su escondite.
El acompañante de la de Uzushio miró primero a Ayame, luego a Eri, y así durante unos segundos hasta que atinó a decir:
— ¿Desde cuándo te llamas Meri? ¿Por qué me lo llevas ocultando todo este tiempo? — Preguntó frunciendo el ceño. — Disculpad mis modales, pero es que sentí que Eri os conocía y no dudé en venir a saludar. ¡Es un placer!
Las manos que residían en la espalda de la kunoichi del remolino se cerraron en puños y deseó hacer pedazos al chico que tenía a su lado. ¿Es que no sabía mantener la boca cerrada? A la próxima lo dejaba encerrado en su casa, sí o sí. Tragó grueso mientras no apartaba sus ojos verdosos de los de Ayame, intentando analizar si sentía algún resentimiento por lo ocurrido en el Torneo, o... Algo, contra ella.
— Ha pasado un tiempo desde que nos vimos... — Dejó salir por entre sus labios, sin saber muy bien qué decir ni qué hacer en aquel momento.