23/10/2016, 20:06
Un día antes…
Datsue se encontraba en la estación más cercana al Lago del Recuerdo, tras haberse pasado un día entero dentro de aquel armatroste llamado tren, recorriendo parte de la periferia de Oonindo. Todo con el objetivo de encontrar algún indicio en su peculiar rastreo.
—¡Aquí está! —exclamó, desperezándose, al verlo. La aguja de la brújula tatuada en su antebrazo, hasta el momento más perdida que un Uzureño en combate, se había detenido finalmente en una dirección...
Tsuchiyōbi, Viento Gris del año 202
Con un kasa sobre la cabeza para protegerse de la inclemente lluvia y una túnica larga y negra cubriéndole enteramente el cuerpo, Datsue avanzaba a paso lento sobre el eterno lodazal que eran las Llanuras de la Tempestad Eterna. Dio una patada a un charco, hastiado, y se remangó el antebrazo derecho para comprobar, por décima vez en aquella mañana, que la aguja de la brújula seguía apuntando hacia el oeste.
—Jo-der… Si al menos supiese cuánto me falta… Ojalá se pudiese coger aquí un… —Datsue se detuvo de pronto, con la boca abierta por la estupefacción. Por primera vez en mucho tiempo, la suerte le sonreía—. ¡Un jodido tren! —exclamó, riéndose a carcajadas mientras corría hacia él dando saltitos de felicidad.
Supongo que habrá sufrido algún tipo de avería… pero, bah, mejor esperar tres horas dentro mientras lo arreglan a patearme medio País de la Lluvia con este jodido aguacero.
Mientras se acercaba, su mente trabajaba en la mejor manera de entrar en el tren. Fue entonces cuando vio a un joven saliendo de uno de los vagones, a través de una ventana. Joder, hoy definitivamente es mi día. Tengo que acordarme de comprar un número de lotería.
El Uchiha corrió hasta el vagón y saltó hacia la ventana, introduciendo medio cuerpo por el interior de ésta y encontrándose con la agradable sorpresa de que se encontraba vacío. Se inclinó hacia atrás, sacando la cabeza fuera y agarrándose con las manos al marco de la ventana para no caerse. Entocnes buscó con la mirada al joven que había visto con anterioridad. Tenía un tatuaje en la mejilla derecha de lo más curioso, y unos cabellos tan negros como el azabache.
—Discúlpame, socio —Como había estado hacía poco con Anzu, la muy condenada le había vuelto a pegar aquella coletilla—. ¿Tendrías la amabilidad de indicarme si ya ha pasado el revisor por este vagón? —preguntó, con una sonrisa amable dibujada en el rostro.
¡Agradecimientos a Daruu por el dibujo de PJ y avatar tan OP! ¡Y a Reiji y Ayame por la firmaza! Si queréis una parecida, este es el lugar adecuado