29/10/2016, 00:20
—Disculpen... —Una acaramelada voz llegó desde el mostrador del hotel. Se trataba de un hombre de mediana edad, de cabello azabache—. Nos quedan sólo dos habitaciones disponibles. Si no se dan prisa, podría venir algún cliente avispado y quitársela.
Su tono de voz era una mezcla agridulce entre el canto tranquilizador de un servidor fiel y algo inquietante que ninguno de los presentes supo identificar.
—Último piso, habitación 300 y 301. Son suites bastante amplias. Y estamos en temporada baja, así que cuestan lo mismo que una habitación normal.
El recepcionista les guiñó un ojo.
Su tono de voz era una mezcla agridulce entre el canto tranquilizador de un servidor fiel y algo inquietante que ninguno de los presentes supo identificar.
—Último piso, habitación 300 y 301. Son suites bastante amplias. Y estamos en temporada baja, así que cuestan lo mismo que una habitación normal.
El recepcionista les guiñó un ojo.