29/10/2016, 16:22
Eri intercambió el peso de su cuerpo de una pierna a otra. Por alguna razón que se le escapaba, parecía inquieta o nerviosa. Pero Ryu tomó la delantera y apoyó la mano sobre la cabeza de la de Uzugakure:
—Sí, o eso teníamos pensado — alegó—. Así que vosotros primero. —Les invitó, y Kōri inclinó la cabeza en una respetuosa respuesta de agradecimiento.
Fue entonces cuando una melosa voz llamó la atención de los allí presentes:
—Disculpen... —Provenía del mismo mostrador del hostal, un hombre de mediana edad y cabellos oscuros como el alquitrán—. Nos quedan sólo dos habitaciones disponibles. Si no se dan prisa, podría venir algún cliente avispado y quitársela.
Su voz era dulce como la miel, pero al mismo tiempo tenía algo que le provocó un escalofrío a Ayame. No le dio demasiada importancia en aquel momento. lo verdaderamente importante es que debía de haber escuchado su conversación, y habían tenido resultado afortunados.
—Menos mal... ¡y qué suerte que haya una habitación también para vosotros! —añadió, volviéndose hacia Eri y Ryu con una sonrisa.
Kōri, con su habitual semblante desangelado, se acercó al mostrador y dejó sobre él algunos billetes.
—Último piso, habitación 300 y 301. Son suites bastante amplias. Y estamos en temporada baja, así que cuestan lo mismo que una habitación normal.
Les guiñó un ojo.
—Nos quedamos con la habitación 300. Pasaremos sólo una noche aquí, así que por la mañana partiremos de nuevo.
—¡Ay, estoy deseando darme una ducha calentita y probar una cama de verdad! —exclamó Ayame, desesperezándose. Después, se volvió de nuevo hacia Eri y Ryu—. ¡Mañana podemos seguir charlando, estoy que me caigo del sueño! ¡Hasta mañana!
Se despidió de ellos agitando una mano en el aire y enfiló los pasos de su hermano, que la esperaba ya unos metros más allá.
—Sí, o eso teníamos pensado — alegó—. Así que vosotros primero. —Les invitó, y Kōri inclinó la cabeza en una respetuosa respuesta de agradecimiento.
Fue entonces cuando una melosa voz llamó la atención de los allí presentes:
—Disculpen... —Provenía del mismo mostrador del hostal, un hombre de mediana edad y cabellos oscuros como el alquitrán—. Nos quedan sólo dos habitaciones disponibles. Si no se dan prisa, podría venir algún cliente avispado y quitársela.
Su voz era dulce como la miel, pero al mismo tiempo tenía algo que le provocó un escalofrío a Ayame. No le dio demasiada importancia en aquel momento. lo verdaderamente importante es que debía de haber escuchado su conversación, y habían tenido resultado afortunados.
—Menos mal... ¡y qué suerte que haya una habitación también para vosotros! —añadió, volviéndose hacia Eri y Ryu con una sonrisa.
Kōri, con su habitual semblante desangelado, se acercó al mostrador y dejó sobre él algunos billetes.
—Último piso, habitación 300 y 301. Son suites bastante amplias. Y estamos en temporada baja, así que cuestan lo mismo que una habitación normal.
Les guiñó un ojo.
—Nos quedamos con la habitación 300. Pasaremos sólo una noche aquí, así que por la mañana partiremos de nuevo.
—¡Ay, estoy deseando darme una ducha calentita y probar una cama de verdad! —exclamó Ayame, desesperezándose. Después, se volvió de nuevo hacia Eri y Ryu—. ¡Mañana podemos seguir charlando, estoy que me caigo del sueño! ¡Hasta mañana!
Se despidió de ellos agitando una mano en el aire y enfiló los pasos de su hermano, que la esperaba ya unos metros más allá.