1/11/2016, 19:09
—¡Hombre! Gracias por el cumplido. Pero oye, ¿por qué tanto interés por las kunoichis? Si una mujer sin entrenamiento ninja ya puede ser un arma mortal... Parece que no quieras vivir muchos años.
Akame no pudo evitar soltar una sonora carcajada ante el comentario de su nuevo compañero, que además de cortés, parecía también bastante ingenioso. La respuesta de Datsue no le sorprendió demasiado, porque conocía al astuto Uchiha y sabía que no era de esa clase de ninjas que planeaba no morir en la cama. Luego propuso que charlaran sobre sus habilidades y destrezas, en caso de tener que ponerlas en práctica; Akame no pudo evitar fruncir los labios con cierto escepticismo, aunque fue sólo un momento. «Espero que ninguno lo haya notado...»
Con esas, los tres shinobis se encaminaron hacia el gran portón de madera que daba entrada y salida a la Villa. O, al menos, al ascensor que bajaba por la casada que daba su nombre a Taki, y que les dejaría a los pies de la misma. Tras enseñar sus identificaciones a los guardias de las puertas —junto con el pergamino de misión—, los gennin se verían bajando por aquella obra de ingeniería hasta el pie de la cascada.
Akame sacó un pequeño mapa de su mochila, lo ojeó unos instantes, y luego lo devolvió a dentro.
—He pensado que podríamos coger el ferrocarril en la estación que hay en la Ribera del Sur, y bajarnos en Taikarune. Según indica el mapa, nuestro destino está un poco más al Norte de la ciudad. Creo que es el recorrido más óptimo, y si todo va bien llegaremos hoy mismo al ocaso.
Akame no pudo evitar soltar una sonora carcajada ante el comentario de su nuevo compañero, que además de cortés, parecía también bastante ingenioso. La respuesta de Datsue no le sorprendió demasiado, porque conocía al astuto Uchiha y sabía que no era de esa clase de ninjas que planeaba no morir en la cama. Luego propuso que charlaran sobre sus habilidades y destrezas, en caso de tener que ponerlas en práctica; Akame no pudo evitar fruncir los labios con cierto escepticismo, aunque fue sólo un momento. «Espero que ninguno lo haya notado...»
Con esas, los tres shinobis se encaminaron hacia el gran portón de madera que daba entrada y salida a la Villa. O, al menos, al ascensor que bajaba por la casada que daba su nombre a Taki, y que les dejaría a los pies de la misma. Tras enseñar sus identificaciones a los guardias de las puertas —junto con el pergamino de misión—, los gennin se verían bajando por aquella obra de ingeniería hasta el pie de la cascada.
Akame sacó un pequeño mapa de su mochila, lo ojeó unos instantes, y luego lo devolvió a dentro.
—He pensado que podríamos coger el ferrocarril en la estación que hay en la Ribera del Sur, y bajarnos en Taikarune. Según indica el mapa, nuestro destino está un poco más al Norte de la ciudad. Creo que es el recorrido más óptimo, y si todo va bien llegaremos hoy mismo al ocaso.