3/11/2016, 00:24
El ascensor siguió aumentando y aumentando de velocidad. Tanto que los brazos de Kori ni siquiera pudieron separarse del techo para crear aquella cúpula gélida. El aire empezó a meterse a presión en sus ojos, tanto que tuvieron que cerrarlos.
Como si el tiempo se hubiese detenido, la maquinaria se detuvo de golpe, y todos salieron despedidos hacia abajo con la fuerza de un misil. Golpearon el suelo, que se rompió en pedazos, y sintieron el crujir de mil huesos y un dolor indescriptible. Incluso Ayame, que había activado su técnica, se vio de pronto incapaz de transformarse en agua.
Inexplicablemente, aunque el dolor había sido muy real, no habían sufrido daño alguno. Ante ellos había un abismo de insondable negrura. Y de pronto, el suelo de moqueta de un pasillo de hotel oscuro.
Cayeron con un ruido seco. Aunque era sin duda un pasillo, no tenía ventanas. Ni parecía conectado al resto del hotel. A la izquierda, a lo lejos, sólo había una pared. A la derecha, el pasillo se abría a sendos lados en una pared curva. Daba a otra pared, pero en esta había dos puertas. 300 y 301, decían los carteles que titilaban con una luz roja intermitente arriba de los marcos, únicas fuentes de luz de aquella tétrica estampa.
Aunque habían caído, eso sin duda, nadie podía saber de donde, porque encima de ellos había techo.
Como si el tiempo se hubiese detenido, la maquinaria se detuvo de golpe, y todos salieron despedidos hacia abajo con la fuerza de un misil. Golpearon el suelo, que se rompió en pedazos, y sintieron el crujir de mil huesos y un dolor indescriptible. Incluso Ayame, que había activado su técnica, se vio de pronto incapaz de transformarse en agua.
Inexplicablemente, aunque el dolor había sido muy real, no habían sufrido daño alguno. Ante ellos había un abismo de insondable negrura. Y de pronto, el suelo de moqueta de un pasillo de hotel oscuro.
Cayeron con un ruido seco. Aunque era sin duda un pasillo, no tenía ventanas. Ni parecía conectado al resto del hotel. A la izquierda, a lo lejos, sólo había una pared. A la derecha, el pasillo se abría a sendos lados en una pared curva. Daba a otra pared, pero en esta había dos puertas. 300 y 301, decían los carteles que titilaban con una luz roja intermitente arriba de los marcos, únicas fuentes de luz de aquella tétrica estampa.
Aunque habían caído, eso sin duda, nadie podía saber de donde, porque encima de ellos había techo.