7/11/2016, 01:37
(Última modificación: 7/11/2016, 02:26 por Aotsuki Ayame.)
—Tiene razón —coincidió Ryu.
—¡No quiero! —reiteró una aterrorizada Eri, haciendo eco de la negación de Ayame que permanecía clavada en el sitio tras la espalda de su hermano mayor.
Kōri suspiró y se dio la vuelta para encarar a Ayame. Sus labios se abrieron para decir algo, seguramente para intentar convencerlas a ambas de que debían avanzar. Pero lo que se escuchó no fue su voz, sino una escalofriante y extrañamente familiar voz que provenía de más allá, desde las mismas puertas cuyas luces seguían titilando como el cebo de un pez pescador.
Ayame había escuchado aquella voz antes. ¿Pero cuándo? ¿Y dónde? ¿Y de quién era?
—¿Que no queréis? Pues vais a tener que querer... ¿No querréis quedaros solas aquí, verdad, mis niñas?
Ni siquiera les dio tiempo a reaccionar. Los ojos gélidos de Kōri se abrieron de golpe cuando ahogó un gemido de sorpresa y los ojos de Ayame se abrieron de par en par al contemplar aquella terrorífica escena que parecía haber sido sacada de sus más profundas pesadillas. Las luces rojas revelaban intermitentemente los rasgos de su hermano. En aquella oscuridad, destacaba como una estrella titilante. Pero jamás había visto tanta expresividad en su rostro. Jamás le había visto sufrir tanto dolor. Y aquella estrella estaba siendo eclipsada rápidamente por una mancha oscura que se extendía desde el centro de su pecho...
Donde una rama con espinas le había atravesado de parte a parte.
—K... Kō...
Su hermano cayó de rodillas frente a ella y su cuerpo no tardó en desplomarse con un ruido seco.
—A... Ayame...
Ayame era incapaz de comprender lo que estaba viendo frente a sí. Su hermano yacía inerte frente a sí, sobre el charco de sangre que no tardó en bañar sus botas. Las lágrimas comenzaron a rodar por sus mejillas y Ayame comenzó a inspirar y espirar... inspirar y espirar... cada vez más rápido. El aire no llenaba sus pulmones. El perímetro de su visión comenzó a oscurecerse rápidamente. Y a esa oscuridad le siguieron los destellos sanguinolentos...
—No... no puede... ser... ¡¡¡HERMANO!!! —se abalanzó sobre él, cubriendo su cuerpo con el suyo propio. Aquello no podía ser verdad, tenía que ser fruto de un mal sueño. Tenía que serlo, porque no podía ser verdad que hubiera perdido a una de las personas más importantes de su vida. No podía ser cierto. Se negaba a creerlo...
Aquello tenía que ser una mentira...
Una...
Ilusión...
Cerró los ojos con fuerza. Entrelazó las manos frente al pecho y detuvo en seco el flujo de chakra que recorría por su cuerpo para reactivarlo con más ímpetu aún. Aquello debería bastar para expulsar el chakra ajeno de su cuerpo. Aquello debería bastar para romper el embrujo... Debería bastar para devolverle a la realidad, con su hermano aún vivo...
Debería...
Debería...
Abrió los ojos, temerosa de lo que estaba por encontrar...