7/11/2016, 13:57
Impaciente por llegar el viaje resultó más ameno de lo que cabía esperar. Datsue recitó un monólogo llevando así las riendas de la conversación en todo momento, primero habló sobre las gentes de la Ribera Sur cuando íbamos a tomar el tren con un sospechoso desprecio, tanto que incluso me dejó un sabor amargo. Cierto era que cada lugar tenían sus costumbres pero aquello se me antojó como demasiado "drástico" cuando comentó lo de exterminar a todo el mundo si llegara a Kage.
Por mis adentros sabía que alguien con un pensamiento tan radical, difícilmente podría llegar a ser nombrado Kage. Yo por mi parte, sin querer meterme en una discusión infinita y sin salida, solo indiqué para suavizar y para zanjar el asunto, que yo abogaba más por el dialogo, la negociación y el entendimiento. Para mi pelear era el último de los recursos, exterminar un sin sentido total.
Ya después durante el viaje en tren, nos conocimos un poco más, y madre mía con Datsue, era un diamante en bruto, más bruto que diamante eso sí. El tío tenía un repertorio de chistes de esos para adultos que ya me gustaría saber de donde los sacó, por que había tener una mente un poco torcida para que le pudieran resultar graciosos a uno. Pero bueno yo trataba reír cuando el se reía por cortesía. Aún así la conversación me resultó útil para psicoanalizarlo, llegué a la conclusión de que se trataba de un tipo "potencialmente inestable". Por el otro lado Uchiha Akame, era mucho más reservado y por ende prudente. Entendí enseguida que se podía confiar más en el de todas todas.
Al final después de un breve descanso el tren realizó su última parada llegando a Taikarune, Akame se apeó el primero y nos invitó a que diéramos un vuelta por la espectacular ciudad, a lo que yo accedí gustoso. Así aprovecharía con makimono en una mano y pincel en otro, a hacer unos bocetos de la ciudad en su conjunto y después centrarme en el gran castillo en otro. Era un dibujante hábil y podía hacer unos trazos mientras caminábamos sin perder de vista a mis compañeros pero donde más aproveché fue cuando paramos a comer un poco, probando cosas típicas del lugar. El ratón de tinta que aún estaba sobre mi hombro desde el comienzo del viaje, daba tumbos de vez en cuando de un hombro a otro observando todo y actuando como si de un ratón de carne y hueso se tratara.
Casi cayendo la tarde, decidimos llegar a nuestro verdadero destino, Tanifukai. Yo no era conocedor del lugar pero con ayuda de un mapa no había de que preocuparse. Llegamos a la conclusión que el viaje nos supondría poco menos de tres horas, para mí eso era mucha caminata por lo que cuando nos adentramos en el bosque saqué nuevamente mi makimono y kit de pintura, hice unos trazos, canalicé un poco de chakra en la pintura y de repente, brotó un inmenso león de tinta de dos metros que posó majestuoso y amenazador.
Después subí en el como si fuera un corcel y me llevó durante todo el recorrido sin tener que sufrir aquella tortuosa caminata. El bosque era denso y profundo, sin embargo para los shinobis de Takigakure eso no nos suponía ningún impedimento. El viaje a través del bosque fue tranquilo para nuestra sorpresa ya que se advertía en el pergamino de la misión que estas zonas no son seguras pero bueno, lo achacaba a mi suerte o quizás fuera la calma antes de la tempestad. No tuve inconveniente de hacer las paradas que necesitaran mis compañeros para descansar, aunque no fuera muy buena idea detenerse más de la cuenta, pues en estas épocas del año oscurecía bastante temprano y las temperaturas descendían bastante en cuanto se ponía el sol.
Para mi sorpresa, mis compañeros de viaje eran bastante rápidos, permitiéndonos llegar un poco antes de lo previsto pues sin darnos cuenta el bosque quedó atrás y ya se podían ver los cultivos, y un poco más adelante una tímida aldea dividida por el cauce de un pequeño río. Yo bajé de mi león y le ordené que se introdujera en el makimono de donde salió, no quería llamar la atención más de la cuenta. Tomamos el camino de tierra en el que los lugareños transitaban sus mercancías del campo sobre sus carromatos y que llevaba directo a la aldea, estaba constituida casi su totalidad de casas de gente humilde y solo destacaban algún que otro puente que madera que servía para cruzar de un lado a otro del pequeño río, lo que sería un templo de a saber que Dios y el castillo perteneciente a la familia Yamabushi.
Una vez a los pies de la aldea lancé la pregunta a mis compañeros de que hacer. -¿Descansamos primero o vamos directos a pedir audiencia con los Yamabushi? La verdad que tenía ganas de ver aquella fortaleza desde dentro.
Por mis adentros sabía que alguien con un pensamiento tan radical, difícilmente podría llegar a ser nombrado Kage. Yo por mi parte, sin querer meterme en una discusión infinita y sin salida, solo indiqué para suavizar y para zanjar el asunto, que yo abogaba más por el dialogo, la negociación y el entendimiento. Para mi pelear era el último de los recursos, exterminar un sin sentido total.
Ya después durante el viaje en tren, nos conocimos un poco más, y madre mía con Datsue, era un diamante en bruto, más bruto que diamante eso sí. El tío tenía un repertorio de chistes de esos para adultos que ya me gustaría saber de donde los sacó, por que había tener una mente un poco torcida para que le pudieran resultar graciosos a uno. Pero bueno yo trataba reír cuando el se reía por cortesía. Aún así la conversación me resultó útil para psicoanalizarlo, llegué a la conclusión de que se trataba de un tipo "potencialmente inestable". Por el otro lado Uchiha Akame, era mucho más reservado y por ende prudente. Entendí enseguida que se podía confiar más en el de todas todas.
Al final después de un breve descanso el tren realizó su última parada llegando a Taikarune, Akame se apeó el primero y nos invitó a que diéramos un vuelta por la espectacular ciudad, a lo que yo accedí gustoso. Así aprovecharía con makimono en una mano y pincel en otro, a hacer unos bocetos de la ciudad en su conjunto y después centrarme en el gran castillo en otro. Era un dibujante hábil y podía hacer unos trazos mientras caminábamos sin perder de vista a mis compañeros pero donde más aproveché fue cuando paramos a comer un poco, probando cosas típicas del lugar. El ratón de tinta que aún estaba sobre mi hombro desde el comienzo del viaje, daba tumbos de vez en cuando de un hombro a otro observando todo y actuando como si de un ratón de carne y hueso se tratara.
Casi cayendo la tarde, decidimos llegar a nuestro verdadero destino, Tanifukai. Yo no era conocedor del lugar pero con ayuda de un mapa no había de que preocuparse. Llegamos a la conclusión que el viaje nos supondría poco menos de tres horas, para mí eso era mucha caminata por lo que cuando nos adentramos en el bosque saqué nuevamente mi makimono y kit de pintura, hice unos trazos, canalicé un poco de chakra en la pintura y de repente, brotó un inmenso león de tinta de dos metros que posó majestuoso y amenazador.
Después subí en el como si fuera un corcel y me llevó durante todo el recorrido sin tener que sufrir aquella tortuosa caminata. El bosque era denso y profundo, sin embargo para los shinobis de Takigakure eso no nos suponía ningún impedimento. El viaje a través del bosque fue tranquilo para nuestra sorpresa ya que se advertía en el pergamino de la misión que estas zonas no son seguras pero bueno, lo achacaba a mi suerte o quizás fuera la calma antes de la tempestad. No tuve inconveniente de hacer las paradas que necesitaran mis compañeros para descansar, aunque no fuera muy buena idea detenerse más de la cuenta, pues en estas épocas del año oscurecía bastante temprano y las temperaturas descendían bastante en cuanto se ponía el sol.
Para mi sorpresa, mis compañeros de viaje eran bastante rápidos, permitiéndonos llegar un poco antes de lo previsto pues sin darnos cuenta el bosque quedó atrás y ya se podían ver los cultivos, y un poco más adelante una tímida aldea dividida por el cauce de un pequeño río. Yo bajé de mi león y le ordené que se introdujera en el makimono de donde salió, no quería llamar la atención más de la cuenta. Tomamos el camino de tierra en el que los lugareños transitaban sus mercancías del campo sobre sus carromatos y que llevaba directo a la aldea, estaba constituida casi su totalidad de casas de gente humilde y solo destacaban algún que otro puente que madera que servía para cruzar de un lado a otro del pequeño río, lo que sería un templo de a saber que Dios y el castillo perteneciente a la familia Yamabushi.
Una vez a los pies de la aldea lancé la pregunta a mis compañeros de que hacer. -¿Descansamos primero o vamos directos a pedir audiencia con los Yamabushi? La verdad que tenía ganas de ver aquella fortaleza desde dentro.