7/11/2016, 17:49
Y justo después de su negación se separó del brazo del chico como si éste quemase, negándose en rotundo a ir a alguna de las dos habitaciones que podían conducir a probablemente algo horrible que no quería ni imaginarse. Mordió su labio inferior y se abrazó a sí misma, sin parar sus ojos quietos por todos los rincones del cuarto hasta que éstos se posaron de nuevo en Ryu, con los ojos posados en la joven.
Entonces una voz resonó por la estancia en la que se encontraban, juguetona a la par que siniestra desde las puertas a las que se había negado a entrar; haciendo que a Eri se le helase la sangre y el vello de su nuca se erizara. ¿Dónde había escuchado esa voz antes? ¿Quién era?
—¿Que no queréis? Pues vais a tener que querer... ¿No querréis quedaros solas aquí, verdad, mis niñas?
''¿Sol-''
La palabra terminó colgando de su mente, ni si quiera pudo terminarla antes de que el gemido de dolor de Ryu inundase sus oídos y cuando la de cabellos azulados viró su cabeza, se encontró con una escena difícil de asimilar.
— ¿Ry-...u?
La huérfana parpadeó varias veces, intentando vislumbrar el cuerpo del chico ante la escasa luz proveniente de las luces carmesí que reposaban encima de las puertas, y lo que vio la heló por completo el corazón: el chico que alegaba ser su protector, el pesado que había aparecido en su casa para decirla que ella tenía una hermana, una familia; y que estaba dispuesto a cuidarla como si de ellos se tratase... Ahí, luchando por mantenerse vivo sabiendo que era en vano, con los ojos abiertos de par en par; atravesado por una rama justo por donde debería estar su corazón latiendo como lo estaba haciendo el suyo propio, sin cesar, casi queriendo escapar de su prisión que ahora era el pecho de la pequeña.
—E... Eri... No pude proteger... te...
Y cayó sobre una piscina de sangre, su propia sangre.
Las lágrimas no tardaron en acumularse en sus ojos. ¿Qué acababa de pasar? Era imposible... No... Él no podía estar muerto... ¿Por qué él? ¿Por qué todas las personas que se dignaban a acercarse a ella tenían siempre la mala suerte de su lado? Se llevó las manos a la cabeza, cerrando los ojos con fuerza para intentar controlar sus hipos mientras sorbía y volvía a sorber.
Ni si quiera había sido agradable con él...
Cayó de rodillas al suelo, frente al cuerpo inerte de Ryu mientras arrastraba el suyo, posicionándose cerca de él para acariciarle el cabello, y luego zarandear su cabeza con su mano diestra, primero de forma suave, luego de forma más violenta.
— Ryu... Ryu... — Llamaba con voz apagada mientras su mano izquierda tapaba la mitad de su rostro. — Venga... Levántate... — Simplemente no podía aceptarlo.
Era imposible.
¿Acaso era una pesadilla? ¿Un mal sueño? ¿Y si ya habían llegado al hotel y ella estaba soñando aquellas cosas?
Se levantó de golpe, tan de golpe que casi se tropieza con sus propios pies, para luego acercarse a zancadas a la primera de las dos puertas, cuando empezó a aporrearla.
— ¿POR QUÉ? — Chilló. — ¿POR QUÉ? ¿POR QUÉ? ¿POR QUÉ? ¿POR QUÉ? — Repetía, una y otra vez.
Entonces una voz resonó por la estancia en la que se encontraban, juguetona a la par que siniestra desde las puertas a las que se había negado a entrar; haciendo que a Eri se le helase la sangre y el vello de su nuca se erizara. ¿Dónde había escuchado esa voz antes? ¿Quién era?
—¿Que no queréis? Pues vais a tener que querer... ¿No querréis quedaros solas aquí, verdad, mis niñas?
''¿Sol-''
La palabra terminó colgando de su mente, ni si quiera pudo terminarla antes de que el gemido de dolor de Ryu inundase sus oídos y cuando la de cabellos azulados viró su cabeza, se encontró con una escena difícil de asimilar.
— ¿Ry-...u?
La huérfana parpadeó varias veces, intentando vislumbrar el cuerpo del chico ante la escasa luz proveniente de las luces carmesí que reposaban encima de las puertas, y lo que vio la heló por completo el corazón: el chico que alegaba ser su protector, el pesado que había aparecido en su casa para decirla que ella tenía una hermana, una familia; y que estaba dispuesto a cuidarla como si de ellos se tratase... Ahí, luchando por mantenerse vivo sabiendo que era en vano, con los ojos abiertos de par en par; atravesado por una rama justo por donde debería estar su corazón latiendo como lo estaba haciendo el suyo propio, sin cesar, casi queriendo escapar de su prisión que ahora era el pecho de la pequeña.
—E... Eri... No pude proteger... te...
Y cayó sobre una piscina de sangre, su propia sangre.
Las lágrimas no tardaron en acumularse en sus ojos. ¿Qué acababa de pasar? Era imposible... No... Él no podía estar muerto... ¿Por qué él? ¿Por qué todas las personas que se dignaban a acercarse a ella tenían siempre la mala suerte de su lado? Se llevó las manos a la cabeza, cerrando los ojos con fuerza para intentar controlar sus hipos mientras sorbía y volvía a sorber.
Ni si quiera había sido agradable con él...
Cayó de rodillas al suelo, frente al cuerpo inerte de Ryu mientras arrastraba el suyo, posicionándose cerca de él para acariciarle el cabello, y luego zarandear su cabeza con su mano diestra, primero de forma suave, luego de forma más violenta.
— Ryu... Ryu... — Llamaba con voz apagada mientras su mano izquierda tapaba la mitad de su rostro. — Venga... Levántate... — Simplemente no podía aceptarlo.
Era imposible.
¿Acaso era una pesadilla? ¿Un mal sueño? ¿Y si ya habían llegado al hotel y ella estaba soñando aquellas cosas?
Se levantó de golpe, tan de golpe que casi se tropieza con sus propios pies, para luego acercarse a zancadas a la primera de las dos puertas, cuando empezó a aporrearla.
— ¿POR QUÉ? — Chilló. — ¿POR QUÉ? ¿POR QUÉ? ¿POR QUÉ? ¿POR QUÉ? — Repetía, una y otra vez.