El chakra de Ayame dio un vuelco a la altura de su estómago, y por un momento creyó que iba a vomitar, cuando de pronto...
Abrió los ojos de par en par. Yacía tumbada, agitada, en la cama de una habitación de hotel. A su lado, en otra cama, dormía su hermano, plácidamente, ajeno a cualquier peligro. El silencio era atronador, pues ya ni siquiera cantaban los grillos, fuera, en la noche.
Eri, fuera de sí, golpeaba la puerta con furia. En sus ojos, empezaron a sucederse una serie de destellos rojizos y una fuerza increíble brotaba de su interior, pero no parecía dispuesta, o capaz, de abandonar su refugio para ayudarla a tirar la entrada de la habitación abajo.
—¿POR QUÉ? —chilló—. ¿POR QUÉ? ¿POR QUÉ? ¿POR QUÉ? ¿POR QUÉ?
—Porque sois mis juguetes, Eri-chan... —Una voz femenina familiar vino de atrás, seguida de la sensación del frío metal de un cuchillo atravesándole la espalda y el vientre más tarde, de parte a parte del torso.—. JIAJIAJIAJIAJIAJIAJIAJIAJIAJIAJIAJIAJIAJIAJIAJIAJIAJIAJIAJIAJIAJIAJIAJIAJIAJIAJIAJIAJIAJIAJIAJIAJIA
La voz de Ayame se transformó poco a poco en una macabra sinfonía cuya melodía estaba empezando a recordar...
...al fin y al cabo, no hacía tanto tiempo de aquella noche terrorífica que pasaron en la casa entre campos de trigo.
Abrió los ojos de par en par. Yacía tumbada, agitada, en la cama de una habitación de hotel. A su lado, en otra cama, dormía su hermano, plácidamente, ajeno a cualquier peligro. El silencio era atronador, pues ya ni siquiera cantaban los grillos, fuera, en la noche.
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Eri, fuera de sí, golpeaba la puerta con furia. En sus ojos, empezaron a sucederse una serie de destellos rojizos y una fuerza increíble brotaba de su interior, pero no parecía dispuesta, o capaz, de abandonar su refugio para ayudarla a tirar la entrada de la habitación abajo.
—¿POR QUÉ? —chilló—. ¿POR QUÉ? ¿POR QUÉ? ¿POR QUÉ? ¿POR QUÉ?
—Porque sois mis juguetes, Eri-chan... —Una voz femenina familiar vino de atrás, seguida de la sensación del frío metal de un cuchillo atravesándole la espalda y el vientre más tarde, de parte a parte del torso.—. JIAJIAJIAJIAJIAJIAJIAJIAJIAJIAJIAJIAJIAJIAJIAJIAJIAJIAJIAJIAJIAJIAJIAJIAJIAJIAJIAJIAJIAJIAJIAJIAJIA
La voz de Ayame se transformó poco a poco en una macabra sinfonía cuya melodía estaba empezando a recordar...
...al fin y al cabo, no hacía tanto tiempo de aquella noche terrorífica que pasaron en la casa entre campos de trigo.