31/05/2015, 00:09
—¡No, no, no! ¡No es ningún mono! ¡Sólo tengo sed, eso es todo! —exclamó, aunque no era capaz de contener el éxtasis en su voz desesperada. De verdad necesitaba beber, de manera urgente además; aquel picazón en la garganta se estaba volviendo realmente insoportable.
Por suerte intervino Juro, de una manera más calmada y serena. En aquellos momentos, él era la voz que ella no podía alcanzar, y la muchacha le miró agradecida cuando le sugirió a la mujer que lo comprobara por sí misma.
«Ni siquiera haría falta que bebiera, si fuera alcohol lo olería enseguida.» Pensaba, pero no se atrevió a formular su inquietud en voz alta. En su lugar, se limitó a guardar con impaciencia contenida, mordiéndose el labio inferior.
Por suerte, la mujer pareció entrar en razón momentáneamente. Destapó la cantimplora, y durante unos instantes se quedó contemplando su interior como si fuera a averiguar su contenido con tan sólo mirarla. Finalmente, se la llvó a sus labios resecos y comenzó a beber con avidez. Ayame gimió interiormente al percatarse de que aquel trago se estaba haciendo más largo de lo normal, y cuando le pasó el recipiente bruscamente no le faltaron los reflejos para tomarla al vuelo.
«¡Se ha bebido más de la mitad!» Comprobó Ayame horrorizada, pero si lo que esperaba era algún tipo de disculpa por haber tenido aquella impresión de ella, estaba realmente equivocada.
Se apresuró a beber ella un par de tragos, asegurándose de racionar bien lo que le quedaba de aquel bien tan preciado antes de volver a reunirse con su hermano, y entonces reparó en lo que había dicho la mujer.
—¿"Qué lástima"? ¿Pero usted no estaba en contra de las bebidas alcohólicas? —preguntó, suspicaz.
Por suerte intervino Juro, de una manera más calmada y serena. En aquellos momentos, él era la voz que ella no podía alcanzar, y la muchacha le miró agradecida cuando le sugirió a la mujer que lo comprobara por sí misma.
«Ni siquiera haría falta que bebiera, si fuera alcohol lo olería enseguida.» Pensaba, pero no se atrevió a formular su inquietud en voz alta. En su lugar, se limitó a guardar con impaciencia contenida, mordiéndose el labio inferior.
Por suerte, la mujer pareció entrar en razón momentáneamente. Destapó la cantimplora, y durante unos instantes se quedó contemplando su interior como si fuera a averiguar su contenido con tan sólo mirarla. Finalmente, se la llvó a sus labios resecos y comenzó a beber con avidez. Ayame gimió interiormente al percatarse de que aquel trago se estaba haciendo más largo de lo normal, y cuando le pasó el recipiente bruscamente no le faltaron los reflejos para tomarla al vuelo.
«¡Se ha bebido más de la mitad!» Comprobó Ayame horrorizada, pero si lo que esperaba era algún tipo de disculpa por haber tenido aquella impresión de ella, estaba realmente equivocada.
Se apresuró a beber ella un par de tragos, asegurándose de racionar bien lo que le quedaba de aquel bien tan preciado antes de volver a reunirse con su hermano, y entonces reparó en lo que había dicho la mujer.
—¿"Qué lástima"? ¿Pero usted no estaba en contra de las bebidas alcohólicas? —preguntó, suspicaz.