5/12/2016, 01:14
La chica sabía menos sobre flores y plantas que un panda sobre hormigueros. Lamentablemente para el efímero equipo, ambos estaban bajo las mismas condiciones. La primera dejó caer que quizás lo de lazo rojo era simplemente el nombre de la planta, y el segundo así lo reafirmó. No había ninguna otra muestra de ese color en solitario, y nada parecía ser mas cercano a la descripción que daba el encargo. Mogura admitió que debía haberle aportado algo mas de tiempo al estudio de éstas flores, pero quién iba a pensar que no iban a estar marcadas con números o algo similar...
—Un libro con los nombres de las plantas, o un sistema de números asignados habría sido una solución mas prudente que dar varios racimos sin especificarlos...
Sin ánimos de hacer decaer el entusiasmo en cumplir rápidamente la misión, el chico inquirió que bien podían hablar directamente con el cliente y salir de dudas. Se animó a llevar la primera vidriera mientras que la chica solucionaba el pequeño gran problema con el cliente. La verdad, no era tan disparatado, era una salida del problema al fin y al cabo. Podía ser mejor o peor, pero a falta de otras, no había otra opción. Perder el tiempo buscando otras soluciones tampoco era aceptable.
—Está bien. —Reafirmó. —Buscamos al cliente, le preguntamos si éste era su pedido, y seguramente entregamos la urna. Con un poquito de buena suerte no nos toca dar unas cuantas vueltas hasta el carro.
Dicho y hecho. La chica esperó un poco a que su compañero pudiese dar libertad de ataduras a la urna en cuestión, y tras ello se dirigió sin preámbulos hacia el porterillo electrónico del edificio en cuestión. Marcó el número del cliente, y esperó por un instante. Tras escasos segundos, un leve pitido sucedió a un claro sonido de un cierre llegar hasta su tope. El cliente ni había preguntado, tan solo había abierto.
La Sarutobi abrió la puerta, y la sujetó desde el otro lado, dando paso a su compañero. Éste iba cargado, no podía quejarse. Ante todo conformaban un equipo, y debían apoyarse, justo como hacían en ese mismo instante.
—Vamos, pasa. —Inquirió la chica con una sonrisa.
—Un libro con los nombres de las plantas, o un sistema de números asignados habría sido una solución mas prudente que dar varios racimos sin especificarlos...
Sin ánimos de hacer decaer el entusiasmo en cumplir rápidamente la misión, el chico inquirió que bien podían hablar directamente con el cliente y salir de dudas. Se animó a llevar la primera vidriera mientras que la chica solucionaba el pequeño gran problema con el cliente. La verdad, no era tan disparatado, era una salida del problema al fin y al cabo. Podía ser mejor o peor, pero a falta de otras, no había otra opción. Perder el tiempo buscando otras soluciones tampoco era aceptable.
—Está bien. —Reafirmó. —Buscamos al cliente, le preguntamos si éste era su pedido, y seguramente entregamos la urna. Con un poquito de buena suerte no nos toca dar unas cuantas vueltas hasta el carro.
Dicho y hecho. La chica esperó un poco a que su compañero pudiese dar libertad de ataduras a la urna en cuestión, y tras ello se dirigió sin preámbulos hacia el porterillo electrónico del edificio en cuestión. Marcó el número del cliente, y esperó por un instante. Tras escasos segundos, un leve pitido sucedió a un claro sonido de un cierre llegar hasta su tope. El cliente ni había preguntado, tan solo había abierto.
La Sarutobi abrió la puerta, y la sujetó desde el otro lado, dando paso a su compañero. Éste iba cargado, no podía quejarse. Ante todo conformaban un equipo, y debían apoyarse, justo como hacían en ese mismo instante.
—Vamos, pasa. —Inquirió la chica con una sonrisa.