1/06/2015, 23:59
La mujer aun tardó algunos segundos en responder a Ayame, como si le costara comprender qué era lo que le había preguntado exactamente la kunoichi. Sin embargo, al final decidió hacerlo, y sus palabras hicieron fruncir el ceño a Ayame.
Pero no fue porque hubiese admitido que le gustaban las bebidas alcohólicas, aunque Ayame reprobaba por completo aquel vicio, si no por su afirmación de que los adultos debían fingir frente a los niños sobre temas similares a aquel.
—Pensaría que está quemando su dinero para quemar su salud, pero no es asunto mío —estalló, sin poder evitarlo. Y es que sus palabras habían despertado amargos recuerdos en la mente de Ayame. Recuerdos vagos de los que apenas era consciente, en los que su padre se aislaba en la bebida para superar la pronta pérdida de su mujer. Por aquel entonces, ella era demasiado pequeña para siquiera comprender lo que estaba haciendo, pero ahora...
Con gesto lánguido, la muchacha tapó la cantimplora antes de volver a colgársela en la parte posterior del obi. La mujer les indicó que si deseaban más agua podían acudir a la cascada de lago, y Ayame ladeó ligeramente la cabeza en aquella dirección.
—Eso haré, muchas gracias, señora —añadió, antes de echar a caminar en la dirección con la que estaba señalando con el bastón—. Espero que su hija se mejora, y que disfrutéis del viaje —añadió, cordial.
En realidad no pensaba siquiera que las aguas del lago fueran potables, y ya debería estar muy desesperada para beber de aquellas. Lo que de verdad deseaba en aquellos momentos era deshacerse de la presencia de la mujer bipolar, alejarse del lugar cuanto antes, y posiblemente regresar con su hermano antes de retrasarse más tiempo. Se giró hacia Juro, para comprobar si la seguía o había decidido quedarse con la mujer para hacerle compañía hasta que su hija volviera.
Fuera como fuese, ella no pensaba permanecer más tiempo allí si podía evitarlo.
Pero no fue porque hubiese admitido que le gustaban las bebidas alcohólicas, aunque Ayame reprobaba por completo aquel vicio, si no por su afirmación de que los adultos debían fingir frente a los niños sobre temas similares a aquel.
—Pensaría que está quemando su dinero para quemar su salud, pero no es asunto mío —estalló, sin poder evitarlo. Y es que sus palabras habían despertado amargos recuerdos en la mente de Ayame. Recuerdos vagos de los que apenas era consciente, en los que su padre se aislaba en la bebida para superar la pronta pérdida de su mujer. Por aquel entonces, ella era demasiado pequeña para siquiera comprender lo que estaba haciendo, pero ahora...
Con gesto lánguido, la muchacha tapó la cantimplora antes de volver a colgársela en la parte posterior del obi. La mujer les indicó que si deseaban más agua podían acudir a la cascada de lago, y Ayame ladeó ligeramente la cabeza en aquella dirección.
—Eso haré, muchas gracias, señora —añadió, antes de echar a caminar en la dirección con la que estaba señalando con el bastón—. Espero que su hija se mejora, y que disfrutéis del viaje —añadió, cordial.
En realidad no pensaba siquiera que las aguas del lago fueran potables, y ya debería estar muy desesperada para beber de aquellas. Lo que de verdad deseaba en aquellos momentos era deshacerse de la presencia de la mujer bipolar, alejarse del lugar cuanto antes, y posiblemente regresar con su hermano antes de retrasarse más tiempo. Se giró hacia Juro, para comprobar si la seguía o había decidido quedarse con la mujer para hacerle compañía hasta que su hija volviera.
Fuera como fuese, ella no pensaba permanecer más tiempo allí si podía evitarlo.