12/12/2016, 18:06
Mientras terminaba su plato, Akame no pudo evitar ver cómo su compañero Uchiha se sacaba una libreta —lápiz incluido— del cuello, y arrancaba una hoja para luego anotar algo en ella. «¿Qué está haciendo?». Era de mala educación espiar las palabras de alguien, y más aún si se trataba de un compañero de equipo, pero la curiosidad pudo con el de Inaka y, arrimándose disimuladamente al taburete de Datsue, oteó por el rabillo del ojo lo que éste escribía en el trozo de papel.
«¡Pero será...!»
El Uchiha tuvo que contenerse para no arrebatarle a su compañero la nota de entre las manos en ese mismo instante. «¡Estamos en mitad de nuestra primera misión de rango C, por todos los demonios de Gakido!», quiso gritarle a Datsue. Pero no lo hizo, y en lugar de ello, apretó los dientes con fuerza.
Una vez todos hubieran terminado de comer —a su pariente Uchiha le llevaría un rato más que a ellos dos, a juzgar por la cantidad de platos que había pedido—, Akame se apresuraría a sugerir una salida rápida. Pese a que él mismo había entrado en aquella posada hambriento y famélico, habían perdido un valioso tiempo; un lujo que, teniendo en cuenta el vox populi sobre la salud del señor, no podían darse.
—Deberíamos ponernos en marcha. El viejo Yamabushi parece a punto de quebrarse en cualquier momento, y no quiero fallar mi primera misión de rango C antes siquiera de empezarla —concluyó, firme como una roca.
Akame se ajustó la capa de viaje, y sobre ésta su mochila, después de ponerse en pie. Sin embargo, antes de abandonar la mesa, levantaría el vaso bajo el que Datsue había ocultado su nota amorosa. Con la mano diestra, rápida como una centella, cogería el papel y lo quemaría arrojándolo a una de las lámparas que colgaban de la pared cercana.
—Nuestro único objetivo en este lugar es escoltar al señor Yamabushi hasta el mausoleo de sus ancestros.
«¡Pero será...!»
El Uchiha tuvo que contenerse para no arrebatarle a su compañero la nota de entre las manos en ese mismo instante. «¡Estamos en mitad de nuestra primera misión de rango C, por todos los demonios de Gakido!», quiso gritarle a Datsue. Pero no lo hizo, y en lugar de ello, apretó los dientes con fuerza.
Una vez todos hubieran terminado de comer —a su pariente Uchiha le llevaría un rato más que a ellos dos, a juzgar por la cantidad de platos que había pedido—, Akame se apresuraría a sugerir una salida rápida. Pese a que él mismo había entrado en aquella posada hambriento y famélico, habían perdido un valioso tiempo; un lujo que, teniendo en cuenta el vox populi sobre la salud del señor, no podían darse.
—Deberíamos ponernos en marcha. El viejo Yamabushi parece a punto de quebrarse en cualquier momento, y no quiero fallar mi primera misión de rango C antes siquiera de empezarla —concluyó, firme como una roca.
Akame se ajustó la capa de viaje, y sobre ésta su mochila, después de ponerse en pie. Sin embargo, antes de abandonar la mesa, levantaría el vaso bajo el que Datsue había ocultado su nota amorosa. Con la mano diestra, rápida como una centella, cogería el papel y lo quemaría arrojándolo a una de las lámparas que colgaban de la pared cercana.
—Nuestro único objetivo en este lugar es escoltar al señor Yamabushi hasta el mausoleo de sus ancestros.