15/12/2016, 19:45
Parecía que el joven médico había acertado con su observación del local. El encargo no sería otro que una flor la cual parecía que Katomi conocía, una gardenia blanca. Planta muy elegante que en ese lugar hacía de ornamento para el ingreso del restaurante.
Parece ser una planta muy elegante.
Comentó el muchacho de ojos cafés cuando la kunoichi finalmente dio con la capsula que las contenía. En comparación con el encargo anterior estaban tardando menos, normal, tenían un plan que seguir y no estaban improvisando tanto como momentos atrás.
No hay problema, déjame los nudos y busca al cliente.
Contestaría a la pregunta de su compañera de melena nívea. Así como había anudado las capsulas en un principio, ahora iba liberándolas a medida que iban encontrando el lugar al cual pertenecían. No era una tarea para nada difícil ya que era realmente sistemático el método que había empleado, desajustaba en un extremo y cierta parte del conjunto perdía tensión, quitaba la capsula y daba unas vueltas más con la cuerda para tensar nuevamente todo.
Si la Sarutobi cruzaba por la puerta del local, una campana denunciaría su entrada con un tintineo. Un par de empleadas elegantemente vestidas se acercarían a la fémina para recibirla con una respetuosa reverencia. Rápidamente Katomi podría notar un par de detalles de las muchachas, si bien ambas estaban usando un uniforme propio del local: pantalón de vestir; camisa y chaleco, su cabello parecía ser muy similar, como si estuviesen emparentadas.
Bienvenida sea a Mon petit chou.
Comentó una de las hermanas, con una sonrisa en el rostro típica de los empleados destinados a dar atención al cliente.
Somos kunoichi realizando una misión en este establecimiento.
Siguió la otra. Con una energía similar y un gesto facial idéntico al de su parienta.
Esperamos darle un servicio igual al de los empleados regulares.
Y para rematar todo.
Si cuenta con una reserva, por favor díganos. En caso contrario le buscaremos un lugar.
Sincronizaron sus voces para decir aquello ultimo al mismo tiempo a la vez que hacían una reverencia. Se notaba que habían tenido un poco de tiempo para practicar aquella introducción. Katomi había pasado quizá un minuto dentro de aquel lugar pero no podría quejarse de la atención.
Parece ser una planta muy elegante.
Comentó el muchacho de ojos cafés cuando la kunoichi finalmente dio con la capsula que las contenía. En comparación con el encargo anterior estaban tardando menos, normal, tenían un plan que seguir y no estaban improvisando tanto como momentos atrás.
No hay problema, déjame los nudos y busca al cliente.
Contestaría a la pregunta de su compañera de melena nívea. Así como había anudado las capsulas en un principio, ahora iba liberándolas a medida que iban encontrando el lugar al cual pertenecían. No era una tarea para nada difícil ya que era realmente sistemático el método que había empleado, desajustaba en un extremo y cierta parte del conjunto perdía tensión, quitaba la capsula y daba unas vueltas más con la cuerda para tensar nuevamente todo.
Si la Sarutobi cruzaba por la puerta del local, una campana denunciaría su entrada con un tintineo. Un par de empleadas elegantemente vestidas se acercarían a la fémina para recibirla con una respetuosa reverencia. Rápidamente Katomi podría notar un par de detalles de las muchachas, si bien ambas estaban usando un uniforme propio del local: pantalón de vestir; camisa y chaleco, su cabello parecía ser muy similar, como si estuviesen emparentadas.
Bienvenida sea a Mon petit chou.
Comentó una de las hermanas, con una sonrisa en el rostro típica de los empleados destinados a dar atención al cliente.
Somos kunoichi realizando una misión en este establecimiento.
Siguió la otra. Con una energía similar y un gesto facial idéntico al de su parienta.
Esperamos darle un servicio igual al de los empleados regulares.
Y para rematar todo.
Si cuenta con una reserva, por favor díganos. En caso contrario le buscaremos un lugar.
Sincronizaron sus voces para decir aquello ultimo al mismo tiempo a la vez que hacían una reverencia. Se notaba que habían tenido un poco de tiempo para practicar aquella introducción. Katomi había pasado quizá un minuto dentro de aquel lugar pero no podría quejarse de la atención.