16/12/2016, 01:57
(Última modificación: 16/12/2016, 02:00 por Uchiha Datsue.)
Conseguir dejar durante un minuto en silencio al mayor charlatán de toda Takigakure era, cuanto menos, insólito. Algo al alcance de tan solo unos pocos elegidos. Dejarlo durante dos, en cambio, era un récord que solo una persona en todo Oonindo había conseguido. Un récord que pertenecía, sin lugar a dudas, a Hanaiko Daruu de Amegakure, y que probablemente no se vería roto en décadas.
Y es que el Uchiha no había encontrado ni una sola grieta en la larga respuesta dada por Daruu por donde colar su ácida lengua. A decir verdad, suscribía palabra por palabra lo que él había dicho, aunque eso no era motivo suficiente para ser incapaz de inventarse alguna pega. Más de acuerdo había estado con otros, y aún así se las había ingeniado para criticarles por el mero hecho de divertirse con su crispación.
Pero Datsue no tenía tiempo para preocuparse por su repentina falta de imaginación. Había recordado, en medio de toda la réplica, la promesa que le había hecho un día a Ayame. O que había hecho sobre ella, más bien, mientras huía de su mal genio a lomos de Tormenta.
Mierda. Si me hubiese acordado de Ayame cuando me crucé con Karamaru…, recordó, pues había visto al calvo de Amegakure hacía no demasiado, en el Paraje sin Sol del País del Río. A él seguro le hubiese convencido fácilmente para hacerlo… A este chico, sin embargo… Los ojos pardos de Daruu desprendían un escepticismo y viveza nada aconsejables para un shinobi. Más concretamente, nada aconsejables para los intereses de un shinobi extranjero.
Para sus intereses.
—Sí, tienes razón… —respondió al fin, tras discutir consigo mismo cuál debía ser su próximo paso. ¿Debía intentar cumplir su promesa con aquel chico? ¿O era mejor dejarlo correr? Después de todo, seguramente la kunoichi ya le odiaba en aquellos instantes. No iba a cambiar nada que lo hiciese o no. ¿Para qué, entonces, arriesgarse en ayudarla? Porque salvó la vida de Tormenta y la mía, le susurró una voz—. Allá donde mires, la gente suele hacer lo que más le conviene. Yo, por ejemplo, siempre hago lo que más me convenga. Incluso cuando eso sea lo que menos me convenga —sonrió ante su aparente contradicción, y entonces, desviando la mirada hacia la permanente lluvia que caía del cielo, añadió:—. Por cierto… Antes, con todo el jaleo del asiento-bromista se me pasó preguntarte… Ese Uchiha al que te enfrentaste en el Torneo… —Por mucho que lo intentase, Datsue era incapaz de ponerle un rostro o un nombre en su mente. Tan solo recordaba que era rubio, y que apenas le sacaría unos centímetros de altura—. ¿Recuerdas cuántas aspas tenía su Sharingan? —preguntó, tratando de poner su voz más casual y desinteresada.
Y es que el Uchiha no había encontrado ni una sola grieta en la larga respuesta dada por Daruu por donde colar su ácida lengua. A decir verdad, suscribía palabra por palabra lo que él había dicho, aunque eso no era motivo suficiente para ser incapaz de inventarse alguna pega. Más de acuerdo había estado con otros, y aún así se las había ingeniado para criticarles por el mero hecho de divertirse con su crispación.
Pero Datsue no tenía tiempo para preocuparse por su repentina falta de imaginación. Había recordado, en medio de toda la réplica, la promesa que le había hecho un día a Ayame. O que había hecho sobre ella, más bien, mientras huía de su mal genio a lomos de Tormenta.
Mierda. Si me hubiese acordado de Ayame cuando me crucé con Karamaru…, recordó, pues había visto al calvo de Amegakure hacía no demasiado, en el Paraje sin Sol del País del Río. A él seguro le hubiese convencido fácilmente para hacerlo… A este chico, sin embargo… Los ojos pardos de Daruu desprendían un escepticismo y viveza nada aconsejables para un shinobi. Más concretamente, nada aconsejables para los intereses de un shinobi extranjero.
Para sus intereses.
—Sí, tienes razón… —respondió al fin, tras discutir consigo mismo cuál debía ser su próximo paso. ¿Debía intentar cumplir su promesa con aquel chico? ¿O era mejor dejarlo correr? Después de todo, seguramente la kunoichi ya le odiaba en aquellos instantes. No iba a cambiar nada que lo hiciese o no. ¿Para qué, entonces, arriesgarse en ayudarla? Porque salvó la vida de Tormenta y la mía, le susurró una voz—. Allá donde mires, la gente suele hacer lo que más le conviene. Yo, por ejemplo, siempre hago lo que más me convenga. Incluso cuando eso sea lo que menos me convenga —sonrió ante su aparente contradicción, y entonces, desviando la mirada hacia la permanente lluvia que caía del cielo, añadió:—. Por cierto… Antes, con todo el jaleo del asiento-bromista se me pasó preguntarte… Ese Uchiha al que te enfrentaste en el Torneo… —Por mucho que lo intentase, Datsue era incapaz de ponerle un rostro o un nombre en su mente. Tan solo recordaba que era rubio, y que apenas le sacaría unos centímetros de altura—. ¿Recuerdas cuántas aspas tenía su Sharingan? —preguntó, tratando de poner su voz más casual y desinteresada.
¡Agradecimientos a Daruu por el dibujo de PJ y avatar tan OP! ¡Y a Reiji y Ayame por la firmaza! Si queréis una parecida, este es el lugar adecuado