17/12/2016, 20:32
Hubo un silencio tenso en aquel recinto de roca, únicamente interrumpido por el anhelado sonido del viento que les prometía la existencia de una salida. El de Takigakure tragó saliva un poco nervioso, pues no podía adivinar que pretendía el moreno de cabellos blancos.
—Eres mi amigo, Tatsuya. —Su voz era suave, animosa y determinada—. Así que te voy a ayudar de la única forma que me es posible en este momento.
—¿Qué vas a hacer?— Sintió una leve punzada en el pecho, no sabía si aquellas palabras le aliviaban o le preocupaban más, quizás un poco de ambas. La confusión se acentuó en cuanto sintió como su camarada tomaba su mano como quién le ofrecía un valioso premio, ante lo cual el de ojos dispares no pudo articular ninguna palabra al no saber que era lo que esta sucediendo.
—Voy a estar fuera un buen rato. —Suspiro con fuerza—. Lo demás lo dejo en tus manos…
—¿¡Na-!?— Pronto se vio interrumpido por el sonido de un característico "puff", seguido del inconfundible ruido de un cuerpo cayendo al suelo.
Durante un par de segundos, segundos que se hicieron eternos, se quedó pensativo tratando de procesar lo que acababa de pasar. Con sus manos examinó el objeto en sus manos, era imposible no reconocer aquella forma esbelta, elegante y mortífera. Casi que por reflejo desenvainó levemente la hoja, y con la misma cadencia la cerró en ese mismo instante. De pronto, como por arte magia, recuperó toda la cordura, a su vez que cayó en cuenta de todo el desastre que él mismo había provocado.
—Kazuma-san, ¡Kazuma-san!— Se agachó, con el fin de localizar a su compañero.
"Idiota, idiota, idiota, idiota... ¡Soy un grandísimo idiota!"
Tomó a su camarada inconsciente en brazos, a su vez que apretaba con fuerza la empuñadura de la katana que tenía en manos. Katana que, a juzgar por el tamaño que tenía, no había lugar a dudas que se trataba de la mismísima espada de Kazuma.
—Kazuma, me has soportado todo este tiempo, a pesar de mi torpeza y mi insensatez. Te la has jugado a pesar de casi no tenías chakra, sólo para confiarme algo que es tan precioso para ti. Has hecho todo esto con tal de hacerme recobrar la compostura...— Una leve gota de líquido alcalino se asomó en los ojos del espadachín. —Joder, que no tengo tiempo para ponerme a chillar, es hora de hacer las cosas bien.
Aún no estaba recuperado del todo, pero aún así se echó el brazo de su compañero al hombro que tenía lastimado. Cómo mínimo, debía asegurarse de sacarlos a ambos de ahí con vida. Su convicción ahora se centraba en corresponder a su amigo. Ahora que lo pensaba, el Ishimura tenía bastante razón al mencionar que debía haber una salida cerca, por lo que aunque sea tanteando las paredes decidió avanzar por la cueva.
Se olvidó del olor a guano y de cualquier otro distractor, simplemente siguió el resoplar del viento y el chillido de los mamíferos voladores mientras llevaba al de los ojos grises consigo. El peso no le importaba, mínima molestia era comparada a los problemas que el propio Takanashi le había ocasionado al de Uzushiogakure. Pronto pudo escuchar como la cantidad de murciélagos iba en aumento, pero en lugar de alterarse y acelerar el paso, decidió simplemente avanzar con la misma firmeza y paciencia para no fatigarse de más. Fue así, que una leve luz al final del túnel se manifestaba. Los ojos del pelinegro, que ya se habían acostumbrado a la negrura de la caverna, se sintieron un poco ante la presencia de rayos de sol.
"Casi"
Por fin había salido de ese averno en la tierra, ahora, el paisaje que se dibujaba ante él era el de imponentes paredes de piedra que formaban aquel risco, estando ellos en el fondo de aquel accidente geográfico.
—No se cómo lo hemos hecho, pero estamos vivos— Admitió sonriente mientras ladeaba la cabeza para observar al no tan bello durmiente.
—Eres mi amigo, Tatsuya. —Su voz era suave, animosa y determinada—. Así que te voy a ayudar de la única forma que me es posible en este momento.
—¿Qué vas a hacer?— Sintió una leve punzada en el pecho, no sabía si aquellas palabras le aliviaban o le preocupaban más, quizás un poco de ambas. La confusión se acentuó en cuanto sintió como su camarada tomaba su mano como quién le ofrecía un valioso premio, ante lo cual el de ojos dispares no pudo articular ninguna palabra al no saber que era lo que esta sucediendo.
—Voy a estar fuera un buen rato. —Suspiro con fuerza—. Lo demás lo dejo en tus manos…
—¿¡Na-!?— Pronto se vio interrumpido por el sonido de un característico "puff", seguido del inconfundible ruido de un cuerpo cayendo al suelo.
Durante un par de segundos, segundos que se hicieron eternos, se quedó pensativo tratando de procesar lo que acababa de pasar. Con sus manos examinó el objeto en sus manos, era imposible no reconocer aquella forma esbelta, elegante y mortífera. Casi que por reflejo desenvainó levemente la hoja, y con la misma cadencia la cerró en ese mismo instante. De pronto, como por arte magia, recuperó toda la cordura, a su vez que cayó en cuenta de todo el desastre que él mismo había provocado.
—Kazuma-san, ¡Kazuma-san!— Se agachó, con el fin de localizar a su compañero.
"Idiota, idiota, idiota, idiota... ¡Soy un grandísimo idiota!"
Tomó a su camarada inconsciente en brazos, a su vez que apretaba con fuerza la empuñadura de la katana que tenía en manos. Katana que, a juzgar por el tamaño que tenía, no había lugar a dudas que se trataba de la mismísima espada de Kazuma.
—Kazuma, me has soportado todo este tiempo, a pesar de mi torpeza y mi insensatez. Te la has jugado a pesar de casi no tenías chakra, sólo para confiarme algo que es tan precioso para ti. Has hecho todo esto con tal de hacerme recobrar la compostura...— Una leve gota de líquido alcalino se asomó en los ojos del espadachín. —Joder, que no tengo tiempo para ponerme a chillar, es hora de hacer las cosas bien.
Aún no estaba recuperado del todo, pero aún así se echó el brazo de su compañero al hombro que tenía lastimado. Cómo mínimo, debía asegurarse de sacarlos a ambos de ahí con vida. Su convicción ahora se centraba en corresponder a su amigo. Ahora que lo pensaba, el Ishimura tenía bastante razón al mencionar que debía haber una salida cerca, por lo que aunque sea tanteando las paredes decidió avanzar por la cueva.
Se olvidó del olor a guano y de cualquier otro distractor, simplemente siguió el resoplar del viento y el chillido de los mamíferos voladores mientras llevaba al de los ojos grises consigo. El peso no le importaba, mínima molestia era comparada a los problemas que el propio Takanashi le había ocasionado al de Uzushiogakure. Pronto pudo escuchar como la cantidad de murciélagos iba en aumento, pero en lugar de alterarse y acelerar el paso, decidió simplemente avanzar con la misma firmeza y paciencia para no fatigarse de más. Fue así, que una leve luz al final del túnel se manifestaba. Los ojos del pelinegro, que ya se habían acostumbrado a la negrura de la caverna, se sintieron un poco ante la presencia de rayos de sol.
"Casi"
Por fin había salido de ese averno en la tierra, ahora, el paisaje que se dibujaba ante él era el de imponentes paredes de piedra que formaban aquel risco, estando ellos en el fondo de aquel accidente geográfico.
—No se cómo lo hemos hecho, pero estamos vivos— Admitió sonriente mientras ladeaba la cabeza para observar al no tan bello durmiente.