18/12/2016, 18:54
Akame tenía muchos defectos, pero no era tonto. Y también conocía a su compañero de Aldea y pariente de sangre lo suficiente como para saber que Datsue no se lo tomaría a bien. Estoico, el Uchiha aguantó el chaparrón mientras el joven ligón le echaba la bronca por haber tirado por tierra su precaria táctica. Pese a que Datsue parecía furioso, el rostro de Akame no se alteró lo más mínimo —únicamente sus labios se curvaron en aquella sonrisa afable y tranquila que le caracterizaba—.
—¿Cómo voy a poder confiarte yo mis espaldas y mi vida, en plena misión, sabiendo que estarás pensando en las tetas de esa mesera? —replicó el más alto de los Uchiha, sin dejar de sonreír—. Si tienes frío hay formas menos distractivas de calentarse.
Tajante pero amable como siempre, Akame dió aquella cuestión por zanjada. Yoshimitsu acababa de volver de la barra, donde —a disgusto, seguramente— había hecho honor a su palabra pagando la cuenta.
—Gracias por la cena, Yoshimitsu-kun. No creo que hubiera podido llegar hasta el alcázar sin probar bocado.
Tratando de contener la incertidumbre que le comía por dentro, Akame salió de la taberna y esperó a sus compañeros fuera. Ya era casi de noche, y el Sol teñía de añil el cielo con sus últimos rayos. Pese a que el clima no era malo por aquellas tierras, el Invierno pegaba igual de duro que en el País del Río. Hacía frío, y el Uchiha no dudó en arrebujarse en su vieja capa.
—¿Nos ponemos en marcha?
—¿Cómo voy a poder confiarte yo mis espaldas y mi vida, en plena misión, sabiendo que estarás pensando en las tetas de esa mesera? —replicó el más alto de los Uchiha, sin dejar de sonreír—. Si tienes frío hay formas menos distractivas de calentarse.
Tajante pero amable como siempre, Akame dió aquella cuestión por zanjada. Yoshimitsu acababa de volver de la barra, donde —a disgusto, seguramente— había hecho honor a su palabra pagando la cuenta.
—Gracias por la cena, Yoshimitsu-kun. No creo que hubiera podido llegar hasta el alcázar sin probar bocado.
Tratando de contener la incertidumbre que le comía por dentro, Akame salió de la taberna y esperó a sus compañeros fuera. Ya era casi de noche, y el Sol teñía de añil el cielo con sus últimos rayos. Pese a que el clima no era malo por aquellas tierras, el Invierno pegaba igual de duro que en el País del Río. Hacía frío, y el Uchiha no dudó en arrebujarse en su vieja capa.
—¿Nos ponemos en marcha?