27/12/2016, 04:39
Una fuente de inspiración, una musa que prácticamente había dado un empujón a la carrera militar del médico, así fue como el chico expresó a duras penas qué motivo le llevaba a pasar mas tiempo con ella, así como a tratarla de buena manera. La verdad, ésto había surgido casi de improvisto, la chica no era de esas que se maltrechan tan solo por mantener la apariencia —no señor— la Sarutobi era una oveja descarriada que buscaba venganza, venganza y salvación a la misma vez. Obviamente, el cabronazo de su padrastro no iba a recibir redención alguna.
Poco le faltó al chico para seguir la broma de la musa, la prosiguió con una sonrisa, al igual que la joven. Ambos parecían compartir un parecido sentido del humor, o al menos éste parecía sobrellevar el de la chica. Cosa diferente había pasado con el primer recado de la misión...
Para cuando comenzó a derivar la conversación al tema de la técnica que había estado desarrollando, el médico quiso mantener el secretismo. Alegó que prefería no desvelarla, que corría el peligro de ser copiada. La verdad, eso de copiar una técnica no es tarea sencilla, casi es mejor darla por olvidada. Pero Mogura no opinaba así, hasta comentó que prefería exhibirla mas tarde, cuando la misión acabase. Según databa, había estado hincando codos en pos de averiguar sobre la combinación de los elementos, había estado indagando en cómo apoyar las técnicas ígneas.
A cada palabra que decía, la chica sentía mas curiosidad. Torció el gesto en una mueca de tristeza claramente fingida, incluso sacó morritos mientras lo miraba de reojo.
—Está bien... —terminó por rendirse ante las tramas de conspiración que su compañero avistaba.
Tras ello, la chica anunció el edificio, así como la descripción del encargo. Mogura no tardó en localizar un arreglo floral que correspondía, y se dispuso a desatar los nudos para poder tomar la capsula. En ésta ocasión, la Sarutobi le echó una mano desde el otro extremo del carro, aflojando los nudos mas cercanos a ella. Entre ambos no tomaron demasiado tiempo para liberar la capsula en cuestión, tras ello la chica tomó la delantera y se encargó de agarrar el encargo. La mercancía tampoco pesaba demasiado, al menos no por el momento.
—Ésta la llevo yo, y tu hablas con el cliente. Es el número setenta, izquierda B-2.
La peliblanca anunció la dirección completa, ahora era cosa de su compañero llamar al porterillo, así como abrir las puertas que pudiesen tomar de camino. Ante todo, la chica intentaría mantener las distancias con todo y todos, no podía permitirse el lujo de romper el arreglo.
Poco le faltó al chico para seguir la broma de la musa, la prosiguió con una sonrisa, al igual que la joven. Ambos parecían compartir un parecido sentido del humor, o al menos éste parecía sobrellevar el de la chica. Cosa diferente había pasado con el primer recado de la misión...
Para cuando comenzó a derivar la conversación al tema de la técnica que había estado desarrollando, el médico quiso mantener el secretismo. Alegó que prefería no desvelarla, que corría el peligro de ser copiada. La verdad, eso de copiar una técnica no es tarea sencilla, casi es mejor darla por olvidada. Pero Mogura no opinaba así, hasta comentó que prefería exhibirla mas tarde, cuando la misión acabase. Según databa, había estado hincando codos en pos de averiguar sobre la combinación de los elementos, había estado indagando en cómo apoyar las técnicas ígneas.
A cada palabra que decía, la chica sentía mas curiosidad. Torció el gesto en una mueca de tristeza claramente fingida, incluso sacó morritos mientras lo miraba de reojo.
—Está bien... —terminó por rendirse ante las tramas de conspiración que su compañero avistaba.
Tras ello, la chica anunció el edificio, así como la descripción del encargo. Mogura no tardó en localizar un arreglo floral que correspondía, y se dispuso a desatar los nudos para poder tomar la capsula. En ésta ocasión, la Sarutobi le echó una mano desde el otro extremo del carro, aflojando los nudos mas cercanos a ella. Entre ambos no tomaron demasiado tiempo para liberar la capsula en cuestión, tras ello la chica tomó la delantera y se encargó de agarrar el encargo. La mercancía tampoco pesaba demasiado, al menos no por el momento.
—Ésta la llevo yo, y tu hablas con el cliente. Es el número setenta, izquierda B-2.
La peliblanca anunció la dirección completa, ahora era cosa de su compañero llamar al porterillo, así como abrir las puertas que pudiesen tomar de camino. Ante todo, la chica intentaría mantener las distancias con todo y todos, no podía permitirse el lujo de romper el arreglo.