6/06/2015, 22:02
Por un momento el propio Juro notó como Ayame palidecía, como si de un fantasma se tratara, y no de una simple ofrenda de caramelos. Era algo simple, y a la vez tan complicado para ellos...
Pero el miedo acabó por vencer a la moral, y Ayame aceptó el caramelo naranja. Temblorosamente, lo escogió. Cuando lo cogió, notaría una leve resistencia por parte del dulce, que terminaría en una especie de sirope pegajoso, que inundaba parte del caramelo. Este se estiraría levemente conforme el caramelo naranja se alejaba del morado, hasta desaparecer con un pequeño tirón.
— Tranquila, no te voy a morder... —mencionó la anciana, con esa sonrisa inquietante.
Súbitamente, le ofreció otro dulce a Juro. Este agarró el verde, le daba mejores vibraciones. Sin embargo, este no estaría pegajoso, sino que lo que quiera que estuviese untado en los caramelos, se había solidificado. Aplicando un poco de fuerza, consiguió arrancarlo, y retroceder un par de pasos, por el impulso.
Ayame volvió a intentar desquitarse de la anciana, para alejarse lo más posible. Juro lo notaba, más que nada porque sentía lo mismo.
Pero cometió un error, del que seguramente se arrepentiría.
—Oh, casi se me olvidaba — mencionó directamente a la chica, sin que pudiese hacer mucho más que volverse a girar — ya que vais en esa dirección ¿Os importaría llevarle uno a mi hija?
Juro escudriñó su rostro, en busca de algún tono de broma. Pero no. Lo decía en serio.
— Pero…¿No va a encontrarse con ella ahora? — preguntó, con un hilillo de voz.
— Sí, pero la muchacha me ha dejado preocupada acerca de su estado , me sentiría mejor si le lleváis esto y veis como esta. Desde luego tardareis menos que yo — comentó, con despreocupación. Juro juraría que observó una pequeña sonrisa en su rostro.
Sin más dilación, depositó los dos caramelos restantes en las manos de Ayame, prácticamente obligándola a abrirlas para recibirlos.
— Gracias por hacer esto por mí, sois dos buenos chicos — la mujer parecía emocionada, a pesar de que aún no hubiera recibido una respuesta afirmativa — Os echare mucho de menos. Repartíos los caramelos que quedan. Y recordad coméroslos pronto, antes de que se estropeen.
Con lo dicho, se dio la vuelta y empezó a caminar hacia la cascada, esta vez apoyada en el bastón. Los repiqueteos de la madera contra el suelo rocoso sonaban brevemente, tapados por el impotente sonido lejano de la gran cascada.
— Vaya…eso ha sido… —comentó, con voz entrecortada, aun sin creer lo que acababa de pasar — nunca pensé que me encontraría con alguien así…
Les gustase o no, habían quedado en un compromiso.
Pero el miedo acabó por vencer a la moral, y Ayame aceptó el caramelo naranja. Temblorosamente, lo escogió. Cuando lo cogió, notaría una leve resistencia por parte del dulce, que terminaría en una especie de sirope pegajoso, que inundaba parte del caramelo. Este se estiraría levemente conforme el caramelo naranja se alejaba del morado, hasta desaparecer con un pequeño tirón.
— Tranquila, no te voy a morder... —mencionó la anciana, con esa sonrisa inquietante.
Súbitamente, le ofreció otro dulce a Juro. Este agarró el verde, le daba mejores vibraciones. Sin embargo, este no estaría pegajoso, sino que lo que quiera que estuviese untado en los caramelos, se había solidificado. Aplicando un poco de fuerza, consiguió arrancarlo, y retroceder un par de pasos, por el impulso.
Ayame volvió a intentar desquitarse de la anciana, para alejarse lo más posible. Juro lo notaba, más que nada porque sentía lo mismo.
Pero cometió un error, del que seguramente se arrepentiría.
—Oh, casi se me olvidaba — mencionó directamente a la chica, sin que pudiese hacer mucho más que volverse a girar — ya que vais en esa dirección ¿Os importaría llevarle uno a mi hija?
Juro escudriñó su rostro, en busca de algún tono de broma. Pero no. Lo decía en serio.
— Pero…¿No va a encontrarse con ella ahora? — preguntó, con un hilillo de voz.
— Sí, pero la muchacha me ha dejado preocupada acerca de su estado , me sentiría mejor si le lleváis esto y veis como esta. Desde luego tardareis menos que yo — comentó, con despreocupación. Juro juraría que observó una pequeña sonrisa en su rostro.
Sin más dilación, depositó los dos caramelos restantes en las manos de Ayame, prácticamente obligándola a abrirlas para recibirlos.
— Gracias por hacer esto por mí, sois dos buenos chicos — la mujer parecía emocionada, a pesar de que aún no hubiera recibido una respuesta afirmativa — Os echare mucho de menos. Repartíos los caramelos que quedan. Y recordad coméroslos pronto, antes de que se estropeen.
Con lo dicho, se dio la vuelta y empezó a caminar hacia la cascada, esta vez apoyada en el bastón. Los repiqueteos de la madera contra el suelo rocoso sonaban brevemente, tapados por el impotente sonido lejano de la gran cascada.
— Vaya…eso ha sido… —comentó, con voz entrecortada, aun sin creer lo que acababa de pasar — nunca pensé que me encontraría con alguien así…
Les gustase o no, habían quedado en un compromiso.
Hablo / Pienso
Avatar hecho por la increible Eri-sama.
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Sellos implantados: Hermandad intrepida
- Juro y Datsue : Aliento nevado, 218. Poder:60