14/01/2017, 16:39
Ante él se alzaba una gran cantidad de vegetación. Árboles, muchos árboles. Ya había perdido la cuenta. Juro siguió caminando a la deriva, perdido en aquella marea arbórea. Su pie tropezó con una raíz y se dio de bruces contra el suelo.
Tuvo que contenerse para no echarse a llorar ahí mismo.
— ¡Katsue! — exclamó, con voz llorosa —. ¿Dónde estas?
Aún reprimiendo el llanto, volvió a levantarse como pudo. Los pies ya le dolían de tanto caminar, y se había rasgado un poco la tela de los pantalones. La caída le había dado hecho una herida, y algo de sangre se acumulaba en ella. Nada más que un raspón. Pero la situación ya le superaba.
Lo único que le consolaba es que no estaba desarmado. Tenía a Gen a su espalda, junto a su portaobjetos, tapados con su manta blanca. Había cogido toda su equipacion ninja antes de salir. Sin embargo, ahora mismo, no se sentía como un ninja. De hecho, en cuanto había salido de la villa se había guardado la bandana a buen recaudo. Katsue le había hecho prometer que sería cuidadoso. Y en eso estaba más que de acuerdo.
Pero no lo había sido suficiente. Aún tenía reciente lo sucedido...
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— Claro que no vienes conmigo. — le había dicho Katsue, días antes, cuando había anunciado en casa que tenía un viaje por hacer.
— ¡Por favor!
— Aún es muy pronto. No quiero hacer de niñera.
— ¡Venga! ¡Me portare bien! — exclamó, a punto de tener un berrinche —. Nunca he salido de la aldea. Quiero ver mundo.
— No se que esperas ver...
— Katsue, llevatelo. Ya es mayorcito.
— Pero...
Recordaba perfectamente como Furui había estado de su lado. Si supiese ahora lo que había hecho...
— Esta bien — terminó por acceder —. Pero prometeme que te portaras bien y no te separaras de mi.
— ¡Prometido!
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Y durante los días del viaje, lo había cumplido. Sin embargo, al llegar a la frontera entre los tres países, Katsue lo dejó a un lado. Tenía que hacer un encargo de la tienda, y su cliente la había citado cercana al valle del fin. Como no le quería estorbando, su hermana había tenido la genial idea de dejarle quietecito esperando a un lado. Juro había decidido dar un pequeño paseo mientras esperaba a su hermana. Solo ver un poco de bosque y volver. Era un niño. Se aburría esperando. Katsue debía de haberlo supuesto.
Horas después, podía decir que estaba perdido.
Su hermana lo encontraría. No tenía nada que temer. Juro se había repetido eso durante todo el trayecto. Quizá debería haber parado de caminar. Pero estar quieto en ese lugar le ponía nervioso. No era como los bosques de Kusagakure. Era desconocido para él.
Al cruzar la arboleda, dio con una explanada. Juro corrió, emocionado, pensando que había encontrado la salida. Sin embargo, dio con algo que desde luego, no esperaba. Ante él se alzaba un enorme cráter. El ambiente estaba cargado de polvo, y de un silencio sepulcral, interrumpido únicamente por algún pausado silbido que provocaban los propios árboles.
— Los restos de Konoha... — Vale, no sabía orientarse. Pero por el lugar, las proporciones y lo que sabía, no había que ser muy inteligente para darse cuenta.
Se acercó un poco más, sin atreverse a aproximarse demasiado. Como si fuese a aparecer un bijuu y se lo fuese a comer. Se quedó tan admirado por el lugar, que por unos momentos, olvidó sus problemas.
Tuvo que contenerse para no echarse a llorar ahí mismo.
— ¡Katsue! — exclamó, con voz llorosa —. ¿Dónde estas?
Aún reprimiendo el llanto, volvió a levantarse como pudo. Los pies ya le dolían de tanto caminar, y se había rasgado un poco la tela de los pantalones. La caída le había dado hecho una herida, y algo de sangre se acumulaba en ella. Nada más que un raspón. Pero la situación ya le superaba.
Lo único que le consolaba es que no estaba desarmado. Tenía a Gen a su espalda, junto a su portaobjetos, tapados con su manta blanca. Había cogido toda su equipacion ninja antes de salir. Sin embargo, ahora mismo, no se sentía como un ninja. De hecho, en cuanto había salido de la villa se había guardado la bandana a buen recaudo. Katsue le había hecho prometer que sería cuidadoso. Y en eso estaba más que de acuerdo.
Pero no lo había sido suficiente. Aún tenía reciente lo sucedido...
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— Claro que no vienes conmigo. — le había dicho Katsue, días antes, cuando había anunciado en casa que tenía un viaje por hacer.
— ¡Por favor!
— Aún es muy pronto. No quiero hacer de niñera.
— ¡Venga! ¡Me portare bien! — exclamó, a punto de tener un berrinche —. Nunca he salido de la aldea. Quiero ver mundo.
— No se que esperas ver...
— Katsue, llevatelo. Ya es mayorcito.
— Pero...
Recordaba perfectamente como Furui había estado de su lado. Si supiese ahora lo que había hecho...
— Esta bien — terminó por acceder —. Pero prometeme que te portaras bien y no te separaras de mi.
— ¡Prometido!
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Y durante los días del viaje, lo había cumplido. Sin embargo, al llegar a la frontera entre los tres países, Katsue lo dejó a un lado. Tenía que hacer un encargo de la tienda, y su cliente la había citado cercana al valle del fin. Como no le quería estorbando, su hermana había tenido la genial idea de dejarle quietecito esperando a un lado. Juro había decidido dar un pequeño paseo mientras esperaba a su hermana. Solo ver un poco de bosque y volver. Era un niño. Se aburría esperando. Katsue debía de haberlo supuesto.
Horas después, podía decir que estaba perdido.
Su hermana lo encontraría. No tenía nada que temer. Juro se había repetido eso durante todo el trayecto. Quizá debería haber parado de caminar. Pero estar quieto en ese lugar le ponía nervioso. No era como los bosques de Kusagakure. Era desconocido para él.
Al cruzar la arboleda, dio con una explanada. Juro corrió, emocionado, pensando que había encontrado la salida. Sin embargo, dio con algo que desde luego, no esperaba. Ante él se alzaba un enorme cráter. El ambiente estaba cargado de polvo, y de un silencio sepulcral, interrumpido únicamente por algún pausado silbido que provocaban los propios árboles.
— Los restos de Konoha... — Vale, no sabía orientarse. Pero por el lugar, las proporciones y lo que sabía, no había que ser muy inteligente para darse cuenta.
Se acercó un poco más, sin atreverse a aproximarse demasiado. Como si fuese a aparecer un bijuu y se lo fuese a comer. Se quedó tan admirado por el lugar, que por unos momentos, olvidó sus problemas.
Hablo / Pienso
Avatar hecho por la increible Eri-sama.
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Sellos implantados: Hermandad intrepida
- Juro y Datsue : Aliento nevado, 218. Poder:60