14/01/2017, 22:26
Hoy el día se me estaba haciendo un tanto pesado, había madrugado más de la cuenta para atender los recados de mi nueva y estupenda madre, Ayaka. Más que nada para terminar lo antes posible para luego marcarme un buen entrenamiento, notaba como mi cuerpo se comenzaba a acostumbrar a la nueva vida que ahora tenía.
Joder...noto como mis brazos se vuelven flácidos...
Por eso mismo pensé que podría cumplir mis obligaciones como hijo y a la vez, realizar mi entrenamiento. ¿Que cómo haría algo asi? Fácil, tan pronto lleve a Hiroshi su pedido, como era dueño de una pequeña ferretería. Le pediría una resistente soga para hacer algo que se me había ocurrido.
-¡Buenos días Hiroshi!. Dije tan pronto entré en su humilde establecimiento, un pequeño local de dos pisos en donde en la planta inferior tenía su modesta tienda, y la planta superior era donde vivía. Hiroshi era un hombre mayor, más bien viejo. Y bien entrado en carnes. Era un excelente cliente, pues su apetito era casi tan voraz como el mío. Pero claro, yo todavía estaba creciendo, lo suyo era puro vicio. Pero si era feliz...
-Buenos días muchacho. Precisamente estaba pensando en ti. Me muero de hambre. Dijo con su típica voz socarrona mientras se acerba como de costumbre, a su ritmo...era más lento que una tortuga...
Estaba un poco gordito, tanto que apenas podía respirar de forma adecuada a la mínima que se moviera un poco. -Mi madre me dijo que su pedido era urgente, y madre me dice que es uno de los clientes más importantes. Por lo que usted siempre tendrá prioridad. Dije sonriente para hacer sentir a Hiroshi importante.
El hombre finalmente apareció entre los estantes de su tienda algo sonrojado. -¡Oh muchacho! tu madre es muy considerada. Le di las dos grandes bolsas que tenía para el, era una cantidad de comida importante. -Por cierto Hiroshi...
-Dime chico, ¿Necesitas algo?
-¿Tendría a caso un poco de cuerda? Una cuerda resistente.
-¿Cuerda dices? Claro que tengo, al final de la tercera estantería encontrarás toda la cuerda que necesites. Sírvete tu mismo. Dijo Hiroshi satisfecho.
-¡Muchas gracias! Fui como alma que lleva el diablo. Tomé la cuerda y seguí con mi plan. Me até a la cintura la cuerda y dejé un extremo en donde até un enorme tronco, un tronco lo suficiente grande como para pesar cien kilos con facilidad.
El resto del día fui así, arrastrando el tronco como si de un entrenamiento se tratara. Y tanto me gusto el asunto, que al día siguiente que lo tenía libre, inicié un entrenamiento. Uno de los buenos con el tronco a cuestas. Decidí hacer sentadillas, flexionaba las rodillas con el tronco detrás de la nuca y bien sujeto con los brazos. Después daba un salto hacía delante como si fuera un rana y para controlar mi progreso contaba cada zancada.
-¡UNO! Dije.
Seguido de un -¡DOS! y otro salto que dí con el tronco a la espalda.
Y así y así comencé mi super entrenamiento. Pensando hasta donde llegaría, lejos sin duda. Aunque como era normal me daba algún que otro descanso, pues no estaba tan loco. Seguí y seguí y varios días estuve así.
Hasta que llegué al Bosque de la Hoja, y seguí más aún.
-Once mil doscientos treinta y cuatro, once mil doscientos treinta y cinco, once mil doscientos treinta y seis... Hasta que llegué en un pedazo de agujero de la hostia de grande. Y ese pedazo de agujero interrumpió con mi entrenamiento, por lo menos hasta que no aprendiera a volar...
-¡JODER! Que putada...agujero entrometido. Dije en voz alta bastante molesto.
Descargué mi nuevo amigo tronco de la espalda y de un golpe seco lo dejé caer al suelo, aprovechando aquel imprevisto, decidí descansar un poco. Alcé la vista y es cuando me di cuenta de que no estaba solo, había un muchacho de pelo oscuro a unos cuantos metros de mí.
-¡...HEI...Hola...! Dije entre jadeos...Con un temblor de piernas que no eran para nada normales.
Joder...noto como mis brazos se vuelven flácidos...
Por eso mismo pensé que podría cumplir mis obligaciones como hijo y a la vez, realizar mi entrenamiento. ¿Que cómo haría algo asi? Fácil, tan pronto lleve a Hiroshi su pedido, como era dueño de una pequeña ferretería. Le pediría una resistente soga para hacer algo que se me había ocurrido.
-¡Buenos días Hiroshi!. Dije tan pronto entré en su humilde establecimiento, un pequeño local de dos pisos en donde en la planta inferior tenía su modesta tienda, y la planta superior era donde vivía. Hiroshi era un hombre mayor, más bien viejo. Y bien entrado en carnes. Era un excelente cliente, pues su apetito era casi tan voraz como el mío. Pero claro, yo todavía estaba creciendo, lo suyo era puro vicio. Pero si era feliz...
-Buenos días muchacho. Precisamente estaba pensando en ti. Me muero de hambre. Dijo con su típica voz socarrona mientras se acerba como de costumbre, a su ritmo...era más lento que una tortuga...
Estaba un poco gordito, tanto que apenas podía respirar de forma adecuada a la mínima que se moviera un poco. -Mi madre me dijo que su pedido era urgente, y madre me dice que es uno de los clientes más importantes. Por lo que usted siempre tendrá prioridad. Dije sonriente para hacer sentir a Hiroshi importante.
El hombre finalmente apareció entre los estantes de su tienda algo sonrojado. -¡Oh muchacho! tu madre es muy considerada. Le di las dos grandes bolsas que tenía para el, era una cantidad de comida importante. -Por cierto Hiroshi...
-Dime chico, ¿Necesitas algo?
-¿Tendría a caso un poco de cuerda? Una cuerda resistente.
-¿Cuerda dices? Claro que tengo, al final de la tercera estantería encontrarás toda la cuerda que necesites. Sírvete tu mismo. Dijo Hiroshi satisfecho.
-¡Muchas gracias! Fui como alma que lleva el diablo. Tomé la cuerda y seguí con mi plan. Me até a la cintura la cuerda y dejé un extremo en donde até un enorme tronco, un tronco lo suficiente grande como para pesar cien kilos con facilidad.
El resto del día fui así, arrastrando el tronco como si de un entrenamiento se tratara. Y tanto me gusto el asunto, que al día siguiente que lo tenía libre, inicié un entrenamiento. Uno de los buenos con el tronco a cuestas. Decidí hacer sentadillas, flexionaba las rodillas con el tronco detrás de la nuca y bien sujeto con los brazos. Después daba un salto hacía delante como si fuera un rana y para controlar mi progreso contaba cada zancada.
-¡UNO! Dije.
Seguido de un -¡DOS! y otro salto que dí con el tronco a la espalda.
Y así y así comencé mi super entrenamiento. Pensando hasta donde llegaría, lejos sin duda. Aunque como era normal me daba algún que otro descanso, pues no estaba tan loco. Seguí y seguí y varios días estuve así.
Hasta que llegué al Bosque de la Hoja, y seguí más aún.
-Once mil doscientos treinta y cuatro, once mil doscientos treinta y cinco, once mil doscientos treinta y seis... Hasta que llegué en un pedazo de agujero de la hostia de grande. Y ese pedazo de agujero interrumpió con mi entrenamiento, por lo menos hasta que no aprendiera a volar...
-¡JODER! Que putada...agujero entrometido. Dije en voz alta bastante molesto.
Descargué mi nuevo amigo tronco de la espalda y de un golpe seco lo dejé caer al suelo, aprovechando aquel imprevisto, decidí descansar un poco. Alcé la vista y es cuando me di cuenta de que no estaba solo, había un muchacho de pelo oscuro a unos cuantos metros de mí.
-¡...HEI...Hola...! Dije entre jadeos...Con un temblor de piernas que no eran para nada normales.