15/01/2017, 17:50
(Última modificación: 15/01/2017, 18:01 por Uchiha Akame.)
Mientras el Uchiha de Tanzaku ponía en práctica la teoría aprendida en la Academia —y en las profundidades del complejo secreto de Tengu— para mejorar su destreza en combate, un pariente lejano suyo hizo acto de presencia. A simple vista, era todo lo contrario a Akame; pálido, de pelo blanco grisáceo y ojos color miel. Su expresión también era distinta, vivaz, enérgicca. Y sus intenciones, menos honradas.
Al pie del árbol descansaban las pocas pertenencias del joven Uchiha. Su pulida bandana de Uzushiogakure y, junto a ella, su portaobjetos con varios artilugios en el interior —fundamentalmente shurikens—. Próximo se encontraba su mecanismo oculto de kunai para la muñeca, con un cuchillo de acero acoplado en él y también, colgando de una rama baja del cerezo, una pequeña espada —algo más grande que un tanto— con una piedra roja engastada en el pomo, enfundada en su vaina de cuero marrón. Finalmente, una mochila color verde militar que parecía cargar mucho menos de lo que era capaz. Su contenido se reducía cuatro bolas de arroz envueltas en papel de traza, un termo caliente con té, una pitillera de cuero negro y un libro de bolsillo cuya portada rezaba...
De repente, una voz sobresaltaría —quizás— al gennin curioso.
—Buenos días, Haskoz-kun.
Allí estaba Akame, con el rostro sudoroso y los ojos, oscuros, fijos en su compañero de Aldea. Conocía a Haskoz; era un chico simpático, enérgico y que siempre andaba enredando al personal. El típico compañero de clase que incitaba a los demás a hacer peyas cuando tocaba Taijutsu, promovía votaciones para elegir a la kunoichi más buenorra y hablaba mucho en clase. Akame sabía que también era un ninja hábil. «Como corresponde a un Uchiha», pensaba con satisfacción. Sonrió con su característica amabilidad.
—¿Has encontrado algo de tu agrado?
Al pie del árbol descansaban las pocas pertenencias del joven Uchiha. Su pulida bandana de Uzushiogakure y, junto a ella, su portaobjetos con varios artilugios en el interior —fundamentalmente shurikens—. Próximo se encontraba su mecanismo oculto de kunai para la muñeca, con un cuchillo de acero acoplado en él y también, colgando de una rama baja del cerezo, una pequeña espada —algo más grande que un tanto— con una piedra roja engastada en el pomo, enfundada en su vaina de cuero marrón. Finalmente, una mochila color verde militar que parecía cargar mucho menos de lo que era capaz. Su contenido se reducía cuatro bolas de arroz envueltas en papel de traza, un termo caliente con té, una pitillera de cuero negro y un libro de bolsillo cuya portada rezaba...
«Vida y obra de Uchiha Ryoma»
De repente, una voz sobresaltaría —quizás— al gennin curioso.
—Buenos días, Haskoz-kun.
Allí estaba Akame, con el rostro sudoroso y los ojos, oscuros, fijos en su compañero de Aldea. Conocía a Haskoz; era un chico simpático, enérgico y que siempre andaba enredando al personal. El típico compañero de clase que incitaba a los demás a hacer peyas cuando tocaba Taijutsu, promovía votaciones para elegir a la kunoichi más buenorra y hablaba mucho en clase. Akame sabía que también era un ninja hábil. «Como corresponde a un Uchiha», pensaba con satisfacción. Sonrió con su característica amabilidad.
—¿Has encontrado algo de tu agrado?