15/01/2017, 18:38
Akame pudo advertir un destello de curiosidad en los ojos de su compañero, que se habían vuelto rojos como la sangre y con dos aspas negras adornando cada pupila. «Dos aspas... De modo que ha entrenado su Sharingan. Nadie sería capaz de llegar a ese nivel sin conocimiento de sus propias habilidades». Ahora era el de Tanzaku quien miraba al otro con curiosidad. «¿Dónde habrá aprendido? Según Kunie-sensei, ya no queda ninguna gran línea Uchiha, tampoco templos o bibliotecas. El conocimiento del clan está disperso por todo Oonindo...»
Interrumpió sus reflexiones cuando vio como Haskoz señalaba la portada de su libro biográfico. Akame esbozó una sonrisa condescendiente, como quien explica a un niño pequeño que el Sol sale por el Este y se oculta por el Oeste.
—Fue un gran líder que condujo a nuestro pueblo a grandes victorias, en los antiguos días en los que la sangre de los Uchiha era sinónimo de gloria y triunfo —respondió, sin dejar de sonreír—. Ryoma creía que los Uchiha, como descendientes directos de Rikudou Sennin, teníamos la potestad de decidir quién podía aprender el arte del Ninshuu y quién no.
Con aire distraído, Akame sacó su termo de la mochila, desenroscó la tapa y bebió un pequeño sorbo. El té caliente le abrasó la garganta, pero se contuvo y pronto empezó a notar cómo aquella sensación se iba convirtiendo en otra más benigna. Una ola de calor recorrió todo su cuerpo, revitalizándolo. Cerró el termo y volvió a guardarlo en su mochila, como si Haskoz no estuviese allí. Sólo entonces habló de nuevo.
—Un guerrero fascinante, como muchos otros Uchiha. ¿Tu padre nunca te contó historias sobre nuestros antepasados?
Interrumpió sus reflexiones cuando vio como Haskoz señalaba la portada de su libro biográfico. Akame esbozó una sonrisa condescendiente, como quien explica a un niño pequeño que el Sol sale por el Este y se oculta por el Oeste.
—Fue un gran líder que condujo a nuestro pueblo a grandes victorias, en los antiguos días en los que la sangre de los Uchiha era sinónimo de gloria y triunfo —respondió, sin dejar de sonreír—. Ryoma creía que los Uchiha, como descendientes directos de Rikudou Sennin, teníamos la potestad de decidir quién podía aprender el arte del Ninshuu y quién no.
Con aire distraído, Akame sacó su termo de la mochila, desenroscó la tapa y bebió un pequeño sorbo. El té caliente le abrasó la garganta, pero se contuvo y pronto empezó a notar cómo aquella sensación se iba convirtiendo en otra más benigna. Una ola de calor recorrió todo su cuerpo, revitalizándolo. Cerró el termo y volvió a guardarlo en su mochila, como si Haskoz no estuviese allí. Sólo entonces habló de nuevo.
—Un guerrero fascinante, como muchos otros Uchiha. ¿Tu padre nunca te contó historias sobre nuestros antepasados?