16/01/2017, 17:45
(Última modificación: 16/01/2017, 18:03 por Uchiha Akame.)
Pese a lo desesperado de sus súplicas, Akame fue incapaz de hacer entrar en razón a su celestino compañero. Incluso asintiendo con aparente comprensión, Haskoz parecía más un depredador saboreando a su presa que un verdadero ciudadano de bien preocupado por los tormentos de su compatriota. Aquello no hizo sino aumentar el nerviosismo del Uchiha. «¡Soy estúpido, joder!»
De repente notó como el brazo de su colega gennin le rodeaba ambos hombros, como un compañero de armas consolando a otro después de una derrota. Aquel símil se le antojó increíblemente certero; «con la salvedad de que este compañero de armas ha sido el que me ha metido en esta batalla perdida...» El Uchiha albino empezó a hablarle con una voz melosa y suave que se le metía en los oídos y le embotaba el cerebro. A Akame aquello le sonaba a que le estaban prometiendo el oro y el moro; una cena romántica con su amada a la luz de las velas, un paseo vespertino entre los cerezos en flor cogidos de la mano, y otras escenas salidas de cuento...
«¿¡Pero qué cojones!? ¡Si yo no tengo ninguna amada, para empezar!»
Akame se zafó de aquella presa manipuladora con un rápido movimiento. Aún no se atrevía a encarar a su semejante, ¿es que acaso le daba miedo que tuviera razón? Rojo como un tomate, no pudo sino mascullar.
—Haskoz-kun, te estoy diciendo que no me gusta E... Esa chica.
—Pero podría ayudarte, si quisieras… Verás, conozco a Noemi y nos llevamos bien. Podría preguntarle a ella… así de manera indirecta, sin mencionarte a ti para nada, si a Eri le gusta alguien. ¿Crees que las chicas no se cuentan todo entre ellas? ¡Vamos…! —Haskoz le dio otra palmada, esta vez en el hombro—. Son peores que nosotros. ¡Seguro! Qué me dices, ¿eh? No tienes nada que perder…
En ese momento el Uchiha de Tanzaku alzó la vista, y sus ojos se encontraron con los de su compañero. ¿Y si tenía razón? «¡Pero yo no sé nada sobre chicas!» Si Haskoz no se chivaba, ¿quién iba a enterarse? «¡Pero estoy en mitad de una misión muy importante, no puedo perder el Norte!» Si desaprovechaba aquella oportunidad, ¿quién sabía cuál sería la próxima vez que se le presentaría? «¡No! ¡No! ¡No!»
«¡NO!»
Sus labios se movieron instintivamente.
—Vale.
Entonces reparó en lo que acababa de decir, y se puso aún más blanco de lo que estaba. Los ojos empezaron a enrojecérsele, notó como las manos y los pies se le congelaban en cuestión de segundos, el mundo empezó a dar vueltas a su alrededor...
Y cayó redondo al suelo.
De repente notó como el brazo de su colega gennin le rodeaba ambos hombros, como un compañero de armas consolando a otro después de una derrota. Aquel símil se le antojó increíblemente certero; «con la salvedad de que este compañero de armas ha sido el que me ha metido en esta batalla perdida...» El Uchiha albino empezó a hablarle con una voz melosa y suave que se le metía en los oídos y le embotaba el cerebro. A Akame aquello le sonaba a que le estaban prometiendo el oro y el moro; una cena romántica con su amada a la luz de las velas, un paseo vespertino entre los cerezos en flor cogidos de la mano, y otras escenas salidas de cuento...
«¿¡Pero qué cojones!? ¡Si yo no tengo ninguna amada, para empezar!»
Akame se zafó de aquella presa manipuladora con un rápido movimiento. Aún no se atrevía a encarar a su semejante, ¿es que acaso le daba miedo que tuviera razón? Rojo como un tomate, no pudo sino mascullar.
—Haskoz-kun, te estoy diciendo que no me gusta E... Esa chica.
—Pero podría ayudarte, si quisieras… Verás, conozco a Noemi y nos llevamos bien. Podría preguntarle a ella… así de manera indirecta, sin mencionarte a ti para nada, si a Eri le gusta alguien. ¿Crees que las chicas no se cuentan todo entre ellas? ¡Vamos…! —Haskoz le dio otra palmada, esta vez en el hombro—. Son peores que nosotros. ¡Seguro! Qué me dices, ¿eh? No tienes nada que perder…
En ese momento el Uchiha de Tanzaku alzó la vista, y sus ojos se encontraron con los de su compañero. ¿Y si tenía razón? «¡Pero yo no sé nada sobre chicas!» Si Haskoz no se chivaba, ¿quién iba a enterarse? «¡Pero estoy en mitad de una misión muy importante, no puedo perder el Norte!» Si desaprovechaba aquella oportunidad, ¿quién sabía cuál sería la próxima vez que se le presentaría? «¡No! ¡No! ¡No!»
«¡NO!»
Sus labios se movieron instintivamente.
—Vale.
Entonces reparó en lo que acababa de decir, y se puso aún más blanco de lo que estaba. Los ojos empezaron a enrojecérsele, notó como las manos y los pies se le congelaban en cuestión de segundos, el mundo empezó a dar vueltas a su alrededor...
Y cayó redondo al suelo.