18/01/2017, 23:13
(Última modificación: 18/01/2017, 23:13 por Uchiha Akame.)
Akame enarcó una ceja cuando su compañero respondió a aquella pregunta tan obvia con evasivas y excusas. A punto estaba de sonsacarle más información, cuando Haskoz lo admitió todo. Todo. El Uchiha de Tanzaku no pudo evitar que la sorpresa se le pintase en la cara; al fin y al cabo, no todos los días un compañero se ligaba a la chica más popular de la Academia. «Qué bandido estás hecho, Haskoz-kun», se dijo para sí el joven gennin de ojos oscuros. Luego —cuando su compañero le exigió silencio con la misma vehemencia, o más, que él anteriormente—, Akame no pudo evitar soltar una risa contenida.
—Tranquilo, Kasanovu~a —respondió, haciendo alusión al protagonista de un libro que había leído, un tipo que se dedicaba a andar con mujeres y meterse en líos—. Tu pequeño secreto está a salvo conmigo.
Ajeno a todo, Haskoz seguía hablando, inmerso en su retahíla. Aquella capacidad para hablar —y bien— maravillaba al joven Uchiha, que nunca se había caracterizado por ser la persona más extrovertida del lugar. Sin embargo, a Akame le costó trabajo fingir que seguía indignado, y más aún, que el hecho de que hubiera sido Riko el traidor le parecía más grave. «Por todos los demonios de Gakido, ¡pero si yo había venido aquí a entrenar!», recordó de repente. Y como si el hechizo que le mantenía enganchado a aquella conversación se hubiese roto, Akame se puso en pie y retó a su compañero.
—Sí, vaya, qué rastrero —agregó sin demasiado entusiasmo—. Escucha, tú déjame que hable con Riko. Me... —carraspeó— encargaré de que no pueda volver a traicionarnos nunca más.
Justo después pensó que quizás había soltado aquella frase —fácilmente malinterpretable— con un tono demasiado sombrío, pero la había leído en una historia recientemente, y desde entonces había estado buscando un momento apropiado para usarla. Aquel parecía tan bueno como cualquier otro.
—Como sea, se suponía que íbamos a entrenar, ¿no? —retomó Akame, adoptando de nuevo su clásica pose sonriente y tranquila—. Espero que no te vayas a echar atrás. No creo que haya un mejor compañero de entrenamiento para mí en todo Uzu.
—Tranquilo, Kasanovu~a —respondió, haciendo alusión al protagonista de un libro que había leído, un tipo que se dedicaba a andar con mujeres y meterse en líos—. Tu pequeño secreto está a salvo conmigo.
Ajeno a todo, Haskoz seguía hablando, inmerso en su retahíla. Aquella capacidad para hablar —y bien— maravillaba al joven Uchiha, que nunca se había caracterizado por ser la persona más extrovertida del lugar. Sin embargo, a Akame le costó trabajo fingir que seguía indignado, y más aún, que el hecho de que hubiera sido Riko el traidor le parecía más grave. «Por todos los demonios de Gakido, ¡pero si yo había venido aquí a entrenar!», recordó de repente. Y como si el hechizo que le mantenía enganchado a aquella conversación se hubiese roto, Akame se puso en pie y retó a su compañero.
—Sí, vaya, qué rastrero —agregó sin demasiado entusiasmo—. Escucha, tú déjame que hable con Riko. Me... —carraspeó— encargaré de que no pueda volver a traicionarnos nunca más.
Justo después pensó que quizás había soltado aquella frase —fácilmente malinterpretable— con un tono demasiado sombrío, pero la había leído en una historia recientemente, y desde entonces había estado buscando un momento apropiado para usarla. Aquel parecía tan bueno como cualquier otro.
—Como sea, se suponía que íbamos a entrenar, ¿no? —retomó Akame, adoptando de nuevo su clásica pose sonriente y tranquila—. Espero que no te vayas a echar atrás. No creo que haya un mejor compañero de entrenamiento para mí en todo Uzu.