21/01/2017, 20:10
¿Que como mentiroso soy muy cutre? ¿Que tengo físico de niña famélica?
Las pullas que iba soltando el recién presentado Yoshimitsu se sucedían unas a otras con la constancia y ritmo de un pájaro carpintero picoteando un tronco, o, en este caso, el orgullo del Uchiha. Pero de nada servía replicarle, o entrar en una batalla dialéctica para ver quién la tenía más grande. Estaban a punto de enfrentarse, y era en el campo de batallo donde Haskoz tenía que hablar.
Tras darle la mano, y contenerse para no darle semejante apretón que le partiese los huesos —quizá porque sabía que con semejante manaza con suerte sentiría cosquilleos—, Haskoz empezó a abstraerse del mundo que le rodeaba para trazar un plan.
—¿Eh? Claro, claro. Como veas —apenas contestó, cuando Yoshimitsu le advirtió que avisaría a los luchadores para que les echasen un ojo por si se le iba de las manos.
Pero el Uchiha ya estaba centrado en cómo vencerle. Un tipo duro, se dijo, al ver de nuevo el tronco que había levantado con tanta facilidad. Pero un tipo que se centra tanto en su cuerpo no puede quedarle demasiado tiempo para lo demás… Ninjutsu, Genjutsu… Su debilidad; mi baza.
Estiró el cuello a un lado y a otro, mientras el choque de aceros de los luchadores que seguían en el tatami sonaban por última vez. Luego hubo un sonido seco, como el de un saco de patatas al caer al suelo, y cuando Haskoz alzó la vista tan solo quedaba uno en pie.
Era su hora. Era su momento. Se quitó la sudadera y la tiró sin mirar a la silla sobre la que había estado sentado, quedándose tan solo con una camisa de tiras sobre su torso. Un torso nada trabajado, era cierto, cuya ausencia de músculo era más que evidente. Pero sus músculos eran flexibles y eléctricos, y quizá eso le bastase para ser más rápido que su contrincante.
Caminó hacia un lateral del tatami y se quitó las sandalias. Sus pies, descalzos, depositaron todo el peso de su cuerpo sobre las planchas de colchoneta que componían el tatami y sintieron la flexibilidad y suavidad de aquella superficie, azul, de diez metros de largo y de ancho. Un olor a sudor le inundó el olfato. Olor a entrenamiento, a lucha, a guerra… Se apartó los pelos que le caían en los ojos con un resoplido y sonrió. Su estratagema estaba definida. Su plan, claro.
—¿Eh? ¿Qué te parece si hacemos una apuesta? —propuso, esperando que Yoshimitsu ya hubiese acabado de hablar con los anteriores luchadores—. Para hacerlo más divertido.
Las pullas que iba soltando el recién presentado Yoshimitsu se sucedían unas a otras con la constancia y ritmo de un pájaro carpintero picoteando un tronco, o, en este caso, el orgullo del Uchiha. Pero de nada servía replicarle, o entrar en una batalla dialéctica para ver quién la tenía más grande. Estaban a punto de enfrentarse, y era en el campo de batallo donde Haskoz tenía que hablar.
Tras darle la mano, y contenerse para no darle semejante apretón que le partiese los huesos —quizá porque sabía que con semejante manaza con suerte sentiría cosquilleos—, Haskoz empezó a abstraerse del mundo que le rodeaba para trazar un plan.
—¿Eh? Claro, claro. Como veas —apenas contestó, cuando Yoshimitsu le advirtió que avisaría a los luchadores para que les echasen un ojo por si se le iba de las manos.
Pero el Uchiha ya estaba centrado en cómo vencerle. Un tipo duro, se dijo, al ver de nuevo el tronco que había levantado con tanta facilidad. Pero un tipo que se centra tanto en su cuerpo no puede quedarle demasiado tiempo para lo demás… Ninjutsu, Genjutsu… Su debilidad; mi baza.
Estiró el cuello a un lado y a otro, mientras el choque de aceros de los luchadores que seguían en el tatami sonaban por última vez. Luego hubo un sonido seco, como el de un saco de patatas al caer al suelo, y cuando Haskoz alzó la vista tan solo quedaba uno en pie.
Era su hora. Era su momento. Se quitó la sudadera y la tiró sin mirar a la silla sobre la que había estado sentado, quedándose tan solo con una camisa de tiras sobre su torso. Un torso nada trabajado, era cierto, cuya ausencia de músculo era más que evidente. Pero sus músculos eran flexibles y eléctricos, y quizá eso le bastase para ser más rápido que su contrincante.
Caminó hacia un lateral del tatami y se quitó las sandalias. Sus pies, descalzos, depositaron todo el peso de su cuerpo sobre las planchas de colchoneta que componían el tatami y sintieron la flexibilidad y suavidad de aquella superficie, azul, de diez metros de largo y de ancho. Un olor a sudor le inundó el olfato. Olor a entrenamiento, a lucha, a guerra… Se apartó los pelos que le caían en los ojos con un resoplido y sonrió. Su estratagema estaba definida. Su plan, claro.
—¿Eh? ¿Qué te parece si hacemos una apuesta? —propuso, esperando que Yoshimitsu ya hubiese acabado de hablar con los anteriores luchadores—. Para hacerlo más divertido.
¡Agradecimientos a Daruu por el dibujo de PJ y avatar tan OP! ¡Y a Reiji y Ayame por la firmaza! Si queréis una parecida, este es el lugar adecuado