8/06/2015, 15:58
"Charquito-san", aquel era el repentino mote que se había ganado, y Ayame se sonrojó ligeramente sin saber muy bien por qué. Pero no se dejó amilanar, lanzó su nueva ofensiva decidida a mostrarle una nueva sorpresa, sin ser muy consciente de que en aquella ocasión le tocaba a ella ser la sorprendida.
«¿Qué ocurre?»
Ayame había fruncido el ceño ligeramente. Estaba segura de haber acertado en su objetivo, ya que Daruu no parecía haber hecho ningún amago de esquivarlo. Sin embargo, algo extraño ocurría con su técnica. Aunque el chorro de agua que brotaba desde sus labios avanzaba con toda su furia hacia su oponente, este comenzó a distorsionarse a mitad de camino, girando sobre sí mismo hasta menguar en su tamaño y terminar desapareciendo sin más.
Al otro lado, Daruu se alzaba victorioso con un pequeño daruma rojo que tenía las dos pupilas dibujadas.
—Q... ¿Qué...? —balbuceó la estupefacta muchacha, que era incapaz de comprender qué era lo que había ocurrido.
Pero por si no había tenido suficiente, el shinobi movió el daruma hacia un punto del suelo que seguía en llamas y, súbitamente, un chorro de agua a presión brotó de este. Ayame dio un ligero brinco; y boqueando como un pez fuera del agua, señaló con un dedo al rubio.
—E... e... eso... eso... eso era... —tragó saliva con esfuerzo, y aún le costó algunos segundos completar la frase—: ¿Eso era mi técnica? ¡¿Pero cómo...?! ¡Ladrón!
Una ligera sombra oscureció momentáneamente los ojos de Ayame cuando su compañero sugirió dejar el entrenamiento por el momento.
—Pero... —una parte de ella se sintió momentáneamente aliviada, pues la fatiga ya comenzaba a hacer mella en su cuerpo. Sin embargo, la kunoichi no era de las que se rendían de aquella manera. Su propio orgullo le decía que un combate debía continuar hasta que uno de los dos oponentes no podía continuar más con aquello.
Y quizás por eso se veía incapaz de cerrar el sello de la conciliación con Daruu, que mantenía la mano extendida frente a él mientras Ayame le miraba con ojos brillantes por las lágrimas y se mordía el labio inferior en un gesto inconsciente.
«¿Qué ocurre?»
Ayame había fruncido el ceño ligeramente. Estaba segura de haber acertado en su objetivo, ya que Daruu no parecía haber hecho ningún amago de esquivarlo. Sin embargo, algo extraño ocurría con su técnica. Aunque el chorro de agua que brotaba desde sus labios avanzaba con toda su furia hacia su oponente, este comenzó a distorsionarse a mitad de camino, girando sobre sí mismo hasta menguar en su tamaño y terminar desapareciendo sin más.
Al otro lado, Daruu se alzaba victorioso con un pequeño daruma rojo que tenía las dos pupilas dibujadas.
—Q... ¿Qué...? —balbuceó la estupefacta muchacha, que era incapaz de comprender qué era lo que había ocurrido.
Pero por si no había tenido suficiente, el shinobi movió el daruma hacia un punto del suelo que seguía en llamas y, súbitamente, un chorro de agua a presión brotó de este. Ayame dio un ligero brinco; y boqueando como un pez fuera del agua, señaló con un dedo al rubio.
—E... e... eso... eso... eso era... —tragó saliva con esfuerzo, y aún le costó algunos segundos completar la frase—: ¿Eso era mi técnica? ¡¿Pero cómo...?! ¡Ladrón!
Una ligera sombra oscureció momentáneamente los ojos de Ayame cuando su compañero sugirió dejar el entrenamiento por el momento.
—Pero... —una parte de ella se sintió momentáneamente aliviada, pues la fatiga ya comenzaba a hacer mella en su cuerpo. Sin embargo, la kunoichi no era de las que se rendían de aquella manera. Su propio orgullo le decía que un combate debía continuar hasta que uno de los dos oponentes no podía continuar más con aquello.
Y quizás por eso se veía incapaz de cerrar el sello de la conciliación con Daruu, que mantenía la mano extendida frente a él mientras Ayame le miraba con ojos brillantes por las lágrimas y se mordía el labio inferior en un gesto inconsciente.