El capitán Tamashi, de la honorable Guardia de Honor del Valle de los Dojos, era un hombre curtido en mil batallas, un veterano de guerra. Eso le gustaba decir a él, o a sus amigotes, pero la descripción más acertada en este caso concreto es que se trataba de un hombre curtido en mil tabernas, un veterano de peleas de bar.
El viajero más avezado, que pasa por frecuencia por los Dojos, habrá deducido de esa afirmación que era mucho más poderoso, sin embargo, que un veterano de peleas de taberna cualquiera. Por el Valle pasaban muchos guerreros, de mil orígenes distintos, y de mil niveles diferentes de destreza, con ganas de pelear. A veces había que separarlos.
El capitán Tamashi era un experto en saber cuándo separar a dos contrincantes en un tatami.
El capitán Tamashi era un experto bebedor de sake, y probablemente llevaba un par de chupitos de más. Por eso no detectó el peligro antes de que sucediera.
No obstante el temblor, la arenilla y el increíble estruendo fueron suficientes como para que la sobriedad aterrizase en su cabeza con la rapidez de un relámpago. Dio un respingo —vaya, como todo el mundo—, aguantó la respiración y retiró su silla despacio, mientras la sala enmudecía y la gente se refugiaba tras la barra o detrás de las mesas.
Ahora, uno de los contrincantes corría hacia el otro con un tablón de madera en la mano, a modo de escudo. Bramaba enloquecido cargando hacia el Uchiha.
Una sombra cruzó por delante de él con presteza sobrehumana, y sintió la presencia de un obstáculo en el tobillo. El de Kusa despegó los pies del suelo y cayó hacia adelante, dándose de bruces contra el suelo del tatami, que había destrozado con su técnica de Doton. Se partió la nariz y arrastró la cara contra la tierra, arañándosela.
Tamashi se dio la vuelta al tiempo que desenvainaba su larga katana y la apuntaba, rascándose la barba de tres días pelirroja con la otra mano.
—Quedas... arrestado por la Guardia de los Dojos... HIP. —Puede que el alcohol sólo entorpeciera de forma muy feble sus movimientos, pero se le notaba en la voz—. Mis disculpas, he dicho que quedas arrestado por la Guardia, se te acusa de destrucción imprudente de tatami en medio de taberna llena de gente.
El humor estaba todavía tan afilado como su arma.
El viajero más avezado, que pasa por frecuencia por los Dojos, habrá deducido de esa afirmación que era mucho más poderoso, sin embargo, que un veterano de peleas de taberna cualquiera. Por el Valle pasaban muchos guerreros, de mil orígenes distintos, y de mil niveles diferentes de destreza, con ganas de pelear. A veces había que separarlos.
El capitán Tamashi era un experto en saber cuándo separar a dos contrincantes en un tatami.
El capitán Tamashi era un experto bebedor de sake, y probablemente llevaba un par de chupitos de más. Por eso no detectó el peligro antes de que sucediera.
No obstante el temblor, la arenilla y el increíble estruendo fueron suficientes como para que la sobriedad aterrizase en su cabeza con la rapidez de un relámpago. Dio un respingo —vaya, como todo el mundo—, aguantó la respiración y retiró su silla despacio, mientras la sala enmudecía y la gente se refugiaba tras la barra o detrás de las mesas.
Ahora, uno de los contrincantes corría hacia el otro con un tablón de madera en la mano, a modo de escudo. Bramaba enloquecido cargando hacia el Uchiha.
Una sombra cruzó por delante de él con presteza sobrehumana, y sintió la presencia de un obstáculo en el tobillo. El de Kusa despegó los pies del suelo y cayó hacia adelante, dándose de bruces contra el suelo del tatami, que había destrozado con su técnica de Doton. Se partió la nariz y arrastró la cara contra la tierra, arañándosela.
Tamashi se dio la vuelta al tiempo que desenvainaba su larga katana y la apuntaba, rascándose la barba de tres días pelirroja con la otra mano.
—Quedas... arrestado por la Guardia de los Dojos... HIP. —Puede que el alcohol sólo entorpeciera de forma muy feble sus movimientos, pero se le notaba en la voz—. Mis disculpas, he dicho que quedas arrestado por la Guardia, se te acusa de destrucción imprudente de tatami en medio de taberna llena de gente.
El humor estaba todavía tan afilado como su arma.
Esta cuenta representa a la totalidad de los administradores de NinjaWorld.es