29/01/2017, 19:32
La conciencia de Haskoz iba regresando poco a poco, como la marea al subir. Notaba un dolor lacerante en el estómago, y estaba tirado en el suelo, más muerto que vivo, pero al menos parecía que no había ningún objeto extraño atravesándole de parte en parte.
Estaba empapado en un sudor frío e incómodo, y tenía ganas de vomitar, y de no moverse de aquella posición en lo que restaba del día. Ni siquiera se atrevía a abrir los ojos, por miedo a que el más mínimo cambio provocase una nueva oleada de dolor.
Entonces, una voz llegó a sus oídos. Una voz familiar, pero que ya no le despertaba tantas simpatías como momentos atrás.
—Por las tetas de Amaterasu...
—Por las tetas de tu madre —alcanzó a replicar, en un murmullo casi inentendible—. Por las tetas de tu jodida madre.
Dio media vuelta en el suelo con todo el cuidado del mundo, cubriéndose con las manos el estómago, como si temiese que de pronto se le pudiesen caer los intestinos por el amplio orificio que a buen seguro había provocado la espada. Entonces, con los ojos entrecerrados y mordiéndose el labio inferior, como si no se atreviese a mirar, fue apartando las manos poco a poco para dejar entrever…
… nada. Su vientre no tenía nada, ni el más mínimo rasguño. Tan solo estaba cubierto por un poco de sangre, seguramente provocada por la hoja de la espada al entrar y salir de su barriga de forma tan poco compasiva.
—Vaya… Que… suerte. —No se le ocurrió qué más decir. Desde que había descubierto su extrema facilidad de regeneración, meses atrás, tras cortarse con el cristal de una botella rota, Haskoz había realizado numerosas pruebas para comprobar hasta donde llegaba su límite. Pruebas que se habían reducido a cortes, más o menos profundos, en distintas partes de su cuerpo. Obviamente, nunca había probado a atravesarse con una lanza de lado a lado. No había tenido, por decirlo de alguna manera, los huevos necesarios para hacerlo.
No agradecía a Akame haberlos puesto por él, pero al menos se alegraba de saber que su cuerpo también se encargaba de subsanar heridas tan sangrantes y letales como aquella. Sin embargo, ahora una nueva pregunta le venía a la mente. ¿Qué pasaría si le atravesasen el corazón? ¿O la cabeza? ¿Sobreviviría a aquello también?
Apretó los dientes y se incorporó, quedando sentado sobre el suelo. Mejor sería no llegar a descubrirlo.
Estaba empapado en un sudor frío e incómodo, y tenía ganas de vomitar, y de no moverse de aquella posición en lo que restaba del día. Ni siquiera se atrevía a abrir los ojos, por miedo a que el más mínimo cambio provocase una nueva oleada de dolor.
Entonces, una voz llegó a sus oídos. Una voz familiar, pero que ya no le despertaba tantas simpatías como momentos atrás.
—Por las tetas de Amaterasu...
—Por las tetas de tu madre —alcanzó a replicar, en un murmullo casi inentendible—. Por las tetas de tu jodida madre.
Dio media vuelta en el suelo con todo el cuidado del mundo, cubriéndose con las manos el estómago, como si temiese que de pronto se le pudiesen caer los intestinos por el amplio orificio que a buen seguro había provocado la espada. Entonces, con los ojos entrecerrados y mordiéndose el labio inferior, como si no se atreviese a mirar, fue apartando las manos poco a poco para dejar entrever…
… nada. Su vientre no tenía nada, ni el más mínimo rasguño. Tan solo estaba cubierto por un poco de sangre, seguramente provocada por la hoja de la espada al entrar y salir de su barriga de forma tan poco compasiva.
—Vaya… Que… suerte. —No se le ocurrió qué más decir. Desde que había descubierto su extrema facilidad de regeneración, meses atrás, tras cortarse con el cristal de una botella rota, Haskoz había realizado numerosas pruebas para comprobar hasta donde llegaba su límite. Pruebas que se habían reducido a cortes, más o menos profundos, en distintas partes de su cuerpo. Obviamente, nunca había probado a atravesarse con una lanza de lado a lado. No había tenido, por decirlo de alguna manera, los huevos necesarios para hacerlo.
No agradecía a Akame haberlos puesto por él, pero al menos se alegraba de saber que su cuerpo también se encargaba de subsanar heridas tan sangrantes y letales como aquella. Sin embargo, ahora una nueva pregunta le venía a la mente. ¿Qué pasaría si le atravesasen el corazón? ¿O la cabeza? ¿Sobreviviría a aquello también?
Apretó los dientes y se incorporó, quedando sentado sobre el suelo. Mejor sería no llegar a descubrirlo.
¡Agradecimientos a Daruu por el dibujo de PJ y avatar tan OP! ¡Y a Reiji y Ayame por la firmaza! Si queréis una parecida, este es el lugar adecuado