29/01/2017, 19:39
Cuando Haskoz despertó entre blasfemias masculladas, su primo lejano no pudo sino quedarse allí de pie, plantado como un pasmarote, observándole con sus ojos teñidos de rojo sangre. Akame estaba petrificado, como si acabara de ver a un muerto volver a la vida. Y, quizás, eso era lo que había ocurrido. «¿Cómo puede ser? La espada le ha atravesado claramente, pero... No tiene ni un rasguño. ¿Es alguna clase de técnica secreta?». Como buen Uchiha que era, su primera opción partía del Sharingan. ¿Y si tenía propiedades curativas secretas que Kunie nunca le había contado? Debía averiguarlo.
Siguió observando al muchacho con el mismo gesto atónito. Cómo abría los ojos, cómo se incorporaba lentamente hasta quedar sentado sobre la fría piedra de la plaza.
—Lo siento, Haskoz-kun. Calculé mal —fue cuanto pudo articular el joven Uchiha.
De repente su cuerpo empezó a acusar el cansancio, y al final Akame acabó sentado junto a su compañero. No pudo evitar que sus ojos se deslizaran hacia el vientre de Haskoz, donde debía estar una terrible herida.
—¿Cómo es posible? —preguntó, lacónico—. ¿Es alguna técnica secreta del clan? —añadió luego. «Porque me encantaría aprenderla...»
Siguió observando al muchacho con el mismo gesto atónito. Cómo abría los ojos, cómo se incorporaba lentamente hasta quedar sentado sobre la fría piedra de la plaza.
—Lo siento, Haskoz-kun. Calculé mal —fue cuanto pudo articular el joven Uchiha.
De repente su cuerpo empezó a acusar el cansancio, y al final Akame acabó sentado junto a su compañero. No pudo evitar que sus ojos se deslizaran hacia el vientre de Haskoz, donde debía estar una terrible herida.
—¿Cómo es posible? —preguntó, lacónico—. ¿Es alguna técnica secreta del clan? —añadió luego. «Porque me encantaría aprenderla...»