30/01/2017, 00:10
—No lo sé. Y espero no llegar a saberlo nunca.
Aquella respuesta fue lo suficientemente franca como para convencer a Akame de que realmente su compañero no le estaba mintiendo. «Supongo que tiene sentido, incluso aunque de verdad fuese inmortal, ¿quién tendría el coraje para apuñalarse a sí mismo en el corazón?».
Cuando Haskoz tomó su mano, Akame no pudo evitar alzar una ceja, sorprendido. No hizo ascos al gesto, sin embargo, y como un auténtico camarada ayudó a su albino compatriota a levantarse. Haskoz era un chico curioso, de eso no cabía duda. Parecía tomárselo todo a broma, menos cuando combatía; y aquella capacidad de regeneración —o quizás, simple inmunidad— lo hacía más misterioso todavía. Un chico curioso.
—Mi shuriken —dijo Akame, y sin dejar de sonreír con aquella calma aplastante volvió a extender su mano derecha en dirección al de pelo blanco.
Haskoz entonces se interesó por su espada; «ya era hora». Si un libro biográfico sobre Uchiha Ryoma había sido suficiente para captar la atención de aquel muchacho, entonces una pieza de artesanía tan exquisita como el Lamento de Hazama debía hacerle la boca agua. Haskoz se apresuró a confirmar aquello a su —inquietante— manera. Akame frunció el ceño para sí, y de forma instintiva su mano diestra se movió hasta apoyarse en el pomo de la espada.
—Es un arma magnífica, desde luego —contestó el Uchiha—. Fue un regalo —«Un premio»—. De mi padre —«De un amigo al que maté»—. Tiene mucho valor para mí...
Consciente de que su expresión se había vuelto demasiado sombría —inevitablemente—, Akame trató de desviar el rumbo de la conversación. Y, dado que Haskoz había demostrado interesarse por la historia del clan, qué mejor forma de hacerlo que...
—Su nombre es Hazama no Goukyuu. Dicen que perteneció al auténtico Uchiha Hazama... A ese sí le conoces, ¿no?
Aquella respuesta fue lo suficientemente franca como para convencer a Akame de que realmente su compañero no le estaba mintiendo. «Supongo que tiene sentido, incluso aunque de verdad fuese inmortal, ¿quién tendría el coraje para apuñalarse a sí mismo en el corazón?».
Cuando Haskoz tomó su mano, Akame no pudo evitar alzar una ceja, sorprendido. No hizo ascos al gesto, sin embargo, y como un auténtico camarada ayudó a su albino compatriota a levantarse. Haskoz era un chico curioso, de eso no cabía duda. Parecía tomárselo todo a broma, menos cuando combatía; y aquella capacidad de regeneración —o quizás, simple inmunidad— lo hacía más misterioso todavía. Un chico curioso.
—Mi shuriken —dijo Akame, y sin dejar de sonreír con aquella calma aplastante volvió a extender su mano derecha en dirección al de pelo blanco.
Haskoz entonces se interesó por su espada; «ya era hora». Si un libro biográfico sobre Uchiha Ryoma había sido suficiente para captar la atención de aquel muchacho, entonces una pieza de artesanía tan exquisita como el Lamento de Hazama debía hacerle la boca agua. Haskoz se apresuró a confirmar aquello a su —inquietante— manera. Akame frunció el ceño para sí, y de forma instintiva su mano diestra se movió hasta apoyarse en el pomo de la espada.
—Es un arma magnífica, desde luego —contestó el Uchiha—. Fue un regalo —«Un premio»—. De mi padre —«De un amigo al que maté»—. Tiene mucho valor para mí...
Consciente de que su expresión se había vuelto demasiado sombría —inevitablemente—, Akame trató de desviar el rumbo de la conversación. Y, dado que Haskoz había demostrado interesarse por la historia del clan, qué mejor forma de hacerlo que...
—Su nombre es Hazama no Goukyuu. Dicen que perteneció al auténtico Uchiha Hazama... A ese sí le conoces, ¿no?