8/06/2015, 21:43
La situacion ya era rara de por si. La mujer había irrumpido en su conversación, y a ambos les había sorprendido, e incluso asustado. Ahora, que se habían librado del yugo de aquella mujer , aun parte de esos sentimientos perduraban en ellos, como las secuelas después de un golpe.
Ayame pensaba igual que él, e incluso peor. Lo demostró cuando mencionó una posibilidad bastante horrible. Los caramelos podrían estar envenenados.
"Envenenar a su propia hija..." — el pensamiento inundó su mente, y se repitió varias veces. Pensó en lo que sabía de ella y lo que había visto, pero no podía creerlo. No quería creerlo.
— Tienes razón, todo esto es muy raro... —mencionó, ausente, mientras abría la palma de su mano derecha, y observaba su caramelo. Tenía un color verdoso claro, y aun había secuelas de lo que quisiese que hubiese estado ahí pegado — La mujer parece estar loca, quizá lo sea, pero envenenar a su propia hija...No puedo creer eso.
» Mencionó que había estado viajando con su hija, y solo tenía cuatro caramelos. Normalmente no vienen de cuatro en cuatro, y nos ha dado a nosotros, dos desconocidos. Estoy seguro de que no seremos los únicos , ha tenido que usarlos, y no parece una asesina que vaya dejando victimas por ahí. Igual solo es muy confiada, o le hemos caído bien...
El marionetisto chasqueó la lengua. Sus palabras no eran para nada seguras, ni él mismo acababa de creerlo. No estaba seguro de que pensar.
Volvió a girar la vista, la anciana seguía ahí, al lado de la cascada, contemplandola. No podia creer que fuese capaz de matar a su hija. Simplemente no podía.
Se imaginaba su relación con su padre, antes de que muriera, o con su hermana. Sabía que no podía imaginar el afecto que un padre debería sentir por un hijo, pero había oido que era muy fuerte, tanto como para que este tipo de situaciones no se dieran.
Ayame pensaba igual que él, e incluso peor. Lo demostró cuando mencionó una posibilidad bastante horrible. Los caramelos podrían estar envenenados.
"Envenenar a su propia hija..." — el pensamiento inundó su mente, y se repitió varias veces. Pensó en lo que sabía de ella y lo que había visto, pero no podía creerlo. No quería creerlo.
— Tienes razón, todo esto es muy raro... —mencionó, ausente, mientras abría la palma de su mano derecha, y observaba su caramelo. Tenía un color verdoso claro, y aun había secuelas de lo que quisiese que hubiese estado ahí pegado — La mujer parece estar loca, quizá lo sea, pero envenenar a su propia hija...No puedo creer eso.
» Mencionó que había estado viajando con su hija, y solo tenía cuatro caramelos. Normalmente no vienen de cuatro en cuatro, y nos ha dado a nosotros, dos desconocidos. Estoy seguro de que no seremos los únicos , ha tenido que usarlos, y no parece una asesina que vaya dejando victimas por ahí. Igual solo es muy confiada, o le hemos caído bien...
El marionetisto chasqueó la lengua. Sus palabras no eran para nada seguras, ni él mismo acababa de creerlo. No estaba seguro de que pensar.
Volvió a girar la vista, la anciana seguía ahí, al lado de la cascada, contemplandola. No podia creer que fuese capaz de matar a su hija. Simplemente no podía.
Se imaginaba su relación con su padre, antes de que muriera, o con su hermana. Sabía que no podía imaginar el afecto que un padre debería sentir por un hijo, pero había oido que era muy fuerte, tanto como para que este tipo de situaciones no se dieran.
Hablo / Pienso
Avatar hecho por la increible Eri-sama.
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Sellos implantados: Hermandad intrepida
- Juro y Datsue : Aliento nevado, 218. Poder:60