31/01/2017, 17:21
El Sol se había ocultado en el horizonte hacía ya unas horas. El cielo estrellado gobernaba el continente e iluminaba con su gran astro blanco las tierras de Uzushiogakure. Allí posaba Karamaru, en la ventana de su habitación, mirando el firmamento nocturno y meditando una y otra vez sobre cómo lo haría. Cada vez que lo pensaba se daba cuenta que era imposible, que le terminarían frustrando sus planes, que tratarían de tensar las cadenas para que vuelva a ese hermoso cómodo lugar que muchos consideraban como un agradable hogar.
Me quiero ir, me quiero ir cuanto antes. Esperar a esa puta bandana es una mierda.
El morocho echó un largo suspiro y agacho la cabeza para pasar su mirada del cielo a la tierra.
Pero la necesito...
Pensar en eso siempre le generaba rabia y tristeza a la vez. Ese odio por tener que permanecer en Uzu, ese llanto por no encontrar la manera de salir. Lo único que quedaba para matar el tiempo era caminar por las calles taciturnas de la noche uzureña, único momento en el día en que a Karamaru le agradaba salir de su casa.
Había sido un día duro en la academia, le seguían tratando de dar esas clases sobre valentía y compromiso saltandose toda la parte divertida sobre el combate, el chakra y la historia de Onindo. Pero cuando pensaba en el objetivo, los días se hacían un poco más llevaderos, y cuando se encontraba con la puerta de salida las ganas para recibir al día siguiente se incrementaban.
Un par de shinobi y kunoichi custodiaban el lugar donde estaba el morocho tras caminar por un largo rato. Se encontraba ante el umbral que algún día cruzaría, la puerta de salida del pueblo. Solo necesitaba ese pergamino que le diera la autorización necesaria para irse con algún encargo en especial.
Y allí solitario estaba Karamaru, pensando, parado en un ancho camino mirando fijamente la gran puerta.
Me quiero ir, me quiero ir cuanto antes. Esperar a esa puta bandana es una mierda.
El morocho echó un largo suspiro y agacho la cabeza para pasar su mirada del cielo a la tierra.
Pero la necesito...
Pensar en eso siempre le generaba rabia y tristeza a la vez. Ese odio por tener que permanecer en Uzu, ese llanto por no encontrar la manera de salir. Lo único que quedaba para matar el tiempo era caminar por las calles taciturnas de la noche uzureña, único momento en el día en que a Karamaru le agradaba salir de su casa.
Había sido un día duro en la academia, le seguían tratando de dar esas clases sobre valentía y compromiso saltandose toda la parte divertida sobre el combate, el chakra y la historia de Onindo. Pero cuando pensaba en el objetivo, los días se hacían un poco más llevaderos, y cuando se encontraba con la puerta de salida las ganas para recibir al día siguiente se incrementaban.
Un par de shinobi y kunoichi custodiaban el lugar donde estaba el morocho tras caminar por un largo rato. Se encontraba ante el umbral que algún día cruzaría, la puerta de salida del pueblo. Solo necesitaba ese pergamino que le diera la autorización necesaria para irse con algún encargo en especial.
Y allí solitario estaba Karamaru, pensando, parado en un ancho camino mirando fijamente la gran puerta.
"El miedo es el camino al lado oscuro. El miedo lleva a la ira, la ira al odio, el odio al sufrimiento, y el sufrimiento al lado oscuro"
-Maestro Yoda.
◘ Hablo ◘ Pienso ◘
-Maestro Yoda.
◘ Hablo ◘ Pienso ◘