1/02/2017, 20:15
(Última modificación: 1/02/2017, 20:15 por Uchiha Akame.)
—Impresionante, ¿cierto?
Una voz calma rompería el silencio nocturno. Su emisor era un joven gennin, de piel bronceada y pelo negro recogido en una coleta corta, que se había colocado junto al muchacho que, ensimismado, observaba la inmensidad de aquellas puertas. Akame vestía ropas sencillas; pantalones pesqueros de color marrón, camiseta de mangas largas y cuello alto, blanca como el marfil, y sandalias ninja. En su brazo derecho llevaba, bien ceñida, la bandana de Uzushiogakure, y en el cinto su portaobjetos y su fiel espada.
—Recuerdo la primera vez que llegué aquí. Había oído historias sobre la Aldea —añadió el Uchiha—, su peculiar arquitectura, sus bellos cerezos en flor, el excelente clima... Pero lo que más me impresionó al principio fueron estos portones.
Hablaba con tal calma y afabilidad, que bien podía parecer que estaba pensando en voz alta. Como si él mismo hubiese reparado en ese detalle, se volteó hacia su acompañante.
—Uchiha Akame, un placer —se presentó, haciendo una leve reverencia—. ¿Partes hacia alguna misión?
La pregunta podía sonar arbitraria, pero dado que aquel chico estaba allí plantado a semejantes horas de la noche, bien podía ser cierto que estuviese esperando a sus compañeros para salir de misión.
Una voz calma rompería el silencio nocturno. Su emisor era un joven gennin, de piel bronceada y pelo negro recogido en una coleta corta, que se había colocado junto al muchacho que, ensimismado, observaba la inmensidad de aquellas puertas. Akame vestía ropas sencillas; pantalones pesqueros de color marrón, camiseta de mangas largas y cuello alto, blanca como el marfil, y sandalias ninja. En su brazo derecho llevaba, bien ceñida, la bandana de Uzushiogakure, y en el cinto su portaobjetos y su fiel espada.
—Recuerdo la primera vez que llegué aquí. Había oído historias sobre la Aldea —añadió el Uchiha—, su peculiar arquitectura, sus bellos cerezos en flor, el excelente clima... Pero lo que más me impresionó al principio fueron estos portones.
Hablaba con tal calma y afabilidad, que bien podía parecer que estaba pensando en voz alta. Como si él mismo hubiese reparado en ese detalle, se volteó hacia su acompañante.
—Uchiha Akame, un placer —se presentó, haciendo una leve reverencia—. ¿Partes hacia alguna misión?
La pregunta podía sonar arbitraria, pero dado que aquel chico estaba allí plantado a semejantes horas de la noche, bien podía ser cierto que estuviese esperando a sus compañeros para salir de misión.