8/06/2015, 23:56
Su inocencia le había vuelto a jugar una mala pasada, y Ayame se ruborizó visiblemente cuando se dio cuenta de ello.
—Pero... has vuelto a decir que no duermes por la noche... —replicó, aunque enseguida sacudió la cabeza restándole importancia al asunto. Parecía que, dentro de lo que cabía y aparte de beber sangre como los vampiros, Reiji era un muchacho normal y corriente. Y por un momento se sintió avergonzada de haber sentido aquel irracional miedo hacia él.
Al shinobi pareció hacerle gracia su suposición acerca de las técnicas de transformación, y la muchacha torció el gesto ligeramente.
—Bueno, en realidad nunca he visto a nadie hacerlo. Pero se supone que es una de las técnicas más básicas, aunque yo aún no sé realizarla... —admitió, rascándose suavemente la mejilla con el dedo índice.
Tosió ligeramente, y cuando Reiji terminó con su bolsa de sangre recordó súbitamente que hacía demasiado tiempo que no bebía y que el quemazón en la garganta se estaba volviendo insoportable. Casi con ansia, la muchacha desenganchó la cantimplora que llevaba a la altura de los riñones y se la llevó a los labios con cierta avidez. Casi se atragantó en el momento que vio cómo su acompañante se transformaba súbitamente. Lo extraño de aquella trasmutación es que no era como las tradicionales, envueltas en una ligera de humo. En su lugar, el cuerpo del muchacho se transfiguró paulatinamente, encogiéndose de tamaño y cambiando su forma para adoptar la forma de un pequeño murciélago que aleteaba en el aire antes de posarse sobre la neverita.
Ayame, que se había quedado boquiabierta ante el espectáculo, tardó unos segundos en responder a la pregunta formulada.
—P... porque... aunque te transformes en un animal no adquieres su características... Por eso lo más habitual es transformarse en un objeto inanimado o en otra persona... —balbuceó, con los ojos aún abiertos como platos—. ¿Cómo lo has hecho? ¡Eso no es un simple henge!
Volvió a enganchar la cantimplora en su lugar, pero no apartaba la mirada del murciélago-Reiji.
—Pero... has vuelto a decir que no duermes por la noche... —replicó, aunque enseguida sacudió la cabeza restándole importancia al asunto. Parecía que, dentro de lo que cabía y aparte de beber sangre como los vampiros, Reiji era un muchacho normal y corriente. Y por un momento se sintió avergonzada de haber sentido aquel irracional miedo hacia él.
Al shinobi pareció hacerle gracia su suposición acerca de las técnicas de transformación, y la muchacha torció el gesto ligeramente.
—Bueno, en realidad nunca he visto a nadie hacerlo. Pero se supone que es una de las técnicas más básicas, aunque yo aún no sé realizarla... —admitió, rascándose suavemente la mejilla con el dedo índice.
Tosió ligeramente, y cuando Reiji terminó con su bolsa de sangre recordó súbitamente que hacía demasiado tiempo que no bebía y que el quemazón en la garganta se estaba volviendo insoportable. Casi con ansia, la muchacha desenganchó la cantimplora que llevaba a la altura de los riñones y se la llevó a los labios con cierta avidez. Casi se atragantó en el momento que vio cómo su acompañante se transformaba súbitamente. Lo extraño de aquella trasmutación es que no era como las tradicionales, envueltas en una ligera de humo. En su lugar, el cuerpo del muchacho se transfiguró paulatinamente, encogiéndose de tamaño y cambiando su forma para adoptar la forma de un pequeño murciélago que aleteaba en el aire antes de posarse sobre la neverita.
Ayame, que se había quedado boquiabierta ante el espectáculo, tardó unos segundos en responder a la pregunta formulada.
—P... porque... aunque te transformes en un animal no adquieres su características... Por eso lo más habitual es transformarse en un objeto inanimado o en otra persona... —balbuceó, con los ojos aún abiertos como platos—. ¿Cómo lo has hecho? ¡Eso no es un simple henge!
Volvió a enganchar la cantimplora en su lugar, pero no apartaba la mirada del murciélago-Reiji.

![[Imagen: kQqd7V9.png]](https://i.imgur.com/kQqd7V9.png)